En el mundo del cuidado de la piel, Asia ha sido pionera en establecer rutinas efectivas y minimalistas que han conquistado el mercado global. Las más reconocidas son la rutina coreana y la japonesa, ambas con filosofías distintas pero igual de populares. Si te preguntas cuál es mejor para ti, la respuesta depende completamente de tu tipo de piel y tus objetivos.
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La rutina coreana de cuidado facial suele estar compuesta por entre 7 y 10 pasos, y se enfoca en hidratar profundamente y prevenir los signos del envejecimiento. Incluye doble limpieza (aceite y espuma), tónico, esencia, sérum, mascarilla, crema hidratante y protector solar. Además, se adapta fácilmente a pieles que buscan una apariencia jugosa o “glass skin”.
Por otro lado, la rutina japonesa es más simple y tradicional, compuesta por entre 4 y 6 pasos, y pone énfasis en la protección de la barrera cutánea y la limpieza suave. Suele incluir aceite limpiador, espuma, loción hidratante (no astringente), emulsión, sérum (opcional) y bloqueador solar. Esta rutina es ideal para quienes buscan una piel suave, luminosa y sin irritaciones.
¿Cuál es mejor para tu tipo de piel?
Piel seca o deshidratada:
La rutina coreana es ideal gracias a su enfoque en la hidratación por capas. Ingredientes como ácido hialurónico, glicerina o centella asiática ayudan a mantener la humedad y reparar la barrera cutánea.
Piel grasa o con tendencia al acné:
La rutina japonesa puede resultar más beneficiosa por su enfoque en la limpieza profunda pero suave, con productos menos pesados que no saturan los poros.
Piel sensible:
La rutina japonesa, al tener menos pasos y productos más neutros, es menos probable que cause reacciones. Además, evita fragancias fuertes y exfoliantes agresivos.
Piel mixta o normal:
Puedes combinar lo mejor de ambas rutinas según lo que tu piel necesite en cada momento, incorporando esencias coreanas con lociones japonesas ligeras, por ejemplo.
Tanto la rutina coreana como la japonesa ofrecen beneficios únicos. La mejor elección dependerá de tu tipo de piel, tus hábitos y el tiempo que desees invertir. Lo ideal es escuchar las necesidades de tu piel y adaptar tu rutina de manera gradual, observando cómo responde.