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Texas, entre la emancipación y la separación

Antonio Guerrero Aguilar

Emancipar significa liberarse de cualquier subordinación y dependencia. Una vez conseguida, se pasa a la separación, a la independencia. Texas quedó unida a Coahuila por sus nexos históricos como geográficos: desde Monclova iniciaron los procesos para la exploración y colonización de un territorio que se hallaba en la indefinición, así como expuesto a los intereses tanto de Francia, Inglaterra, España y luego de los Estados Unidos.

Texas o la Nueva Filipinas estaba y no estaba en los planes de la Nueva España como de la Intendencia de San Luis Potosí. Por temor al continuo estado de guerra viva y la lejanía, nadie quería asentarse en aquellos reales. Entonces trajeron a las familias de las Islas Canarias y después a los colonos que se quedaron con los mejores acres. Pronto superaron en número e influencia a los tejanos, lo cual dio temor a las autoridades del virreinato como del México independiente. Desde los Tratados de Onís-Adams en 1819, Washington consideró a Texas como parte de la Luisiana y permitió la entrada de rebeldes y separatistas.

La independencia de México también permeó a las provincias y reinos, que no aceptaron el modelo de la creación de estados. Ocurrió lo mismo entre Durango y Chihuahua respecto a Nuevo México. Las Provincias Internas de Oriente, aunque unidas mantenían en su raíz familiar, pero prevaleció la diferencia respecto a la identidad como a los proyectos que las constituyeron: en el Nuevo Santander dependían del control de los ganaderos de Querétaro como de Hidalgo. Coahuila dividida entre la Nueva Vizcaya y las tareas misionales que se dictaban desde Guadalajara como de los conventos de Propaganda Fide en Querétaro y Guadalupe de Zacatecas. Mientras el Nuevo Reino de León se quedó solo, aprisionado en su territorio reducido y siempre recortado, acotado también por la belicosidad de los indios bárbaros y las ínfulas de señores de ganado y las élites que se movían a su antojo en los círculos de poder en la Ciudad de México. Ahora, cada una mantenía su diputación provincial gracias a las propuestas constitucionales de Cádiz.

El Nuevo Santander con los Gutiérrez de Lara y Felipe de la Garza, quienes quedaron bien posicionados con la aprehensión y la ejecución de Iturbide, además con tres puertos que la comunicaban a otros puntos del Golfo de México como del Atlántico, con una ruta directa y cercana lo mismo a la influyente San Luis Potosí, como a la Ciudad de México a través de la región huasteca de Veracruz, Querétaro e Hidalgo. Su jurisdicción envidiable comprendía el Seno Mexicano que iba desde el Pánuco hasta el Nueces, beneficiándose con los ríos Purificación y Concepción como del Bravo. La obra escandoniana fue efectiva como inteligente: logró la integración como dependencia de las villas y puestos que fundó. A mi parecer, con todo lo anterior no iba a incluirse en la propuesta entidad que querían desde el acta fundacional de la nación mexicana.

En cambio Coahuila tenía al sur a las villas castizas del norte, como así llamó Vasconcelos a Viesca, Parras, General Cepeda y Saltillo, en la cual se ubica la rica porción regada por los ríos Nazas y Aguanaval que concentraban su caudal en la Laguna de Mayrán.  La población impulsada por Monclova se hizo a través de dos ejes: hacia el ansiado camino a Chihuahua al poniente, que vinculaba al centro de la entidad, teniendo por puntas a Ocampo y Cuatro Ciénegas. La otra fue la ruta misionera rumbo a Texas, protegida por el presidio y pueblo de Santa Rosa de Lima como las misiones y presidios del Río Grande, como de otras villas nacientes entre las mismas. Había un cordón umbilical difícil de cortar indudablemente.

Nuevo León quedó como un rombo, con Monterrey, Cerralvo, Cadereyta y Linares como núcleos poblacionales, una ruta evangelizadora apoyada por la minería al norte, defendida por la Compañía Presidial de Lampazos, el resto, rico en pastos, ríos, aguajes y tierras fértiles aptas para la agricultura y ganadería, pero nunca pudo ampliarse más allá del río Salado. Era el asiento de la diócesis, con su hospital, su seminario y una naciente actividad comercial basada en la arriería como en el intercambio de bienes y servicios. Sí, tuvo una oligarquía que tomaba decisiones desde lo local, replicada por fray Servando Teresa de Mier-Noriega en la Ciudad de México. Siempre controvertido y claridoso, dado a la exageración como a enarbolar a su solar nativo como a su gente.

El otro caso, donde Saltillo y Monclova mantenían una rivalidad. La primera por ser sede de la caja real de las Provincias Internas de Oriente, una red de capellanías de los Ramos Arizpe y Fernández de Castro que operaban desde San Juan Nepomuceno. Los contratos de compra-venta de los terrenos en Texas se hicieron desde Saltillo. También con su diputación provincial defendida ni más menos que por el padre Miguel Ramos Arizpe. Ahí llegaron los Austin como los Seguín a tratar asuntos de Texas.

No es que Monterrey no quisiera suscribirse a la influencia que se generaba desde Saltillo o Santander, cada entidad mantenía aspiraciones políticas como medios de subsistencia en lo económico. El padre Mier se refirió alguna vez que Ramos Arizpe quería todo para su solar nativo. Y Texas no podía ser una entidad, por eso quedó adscrita a Coahuila, el mismo día, el 7 de mayo de 1824 cuando Nuevo León también quedó convertido en estado libre y soberano. Texas estaba bajo la influencia de los colonos, denominados “farmers”, los agentes comerciales tanto mexicanos como norteamericanos e ingleses, que lo mismo ofertaban tierras, indios como esclavos. La intromisión de políticos y personajes que desde un principio, no les gustó la incorporación a Coahuila. Siempre mantuvieron su deseo de separarse de Coahuila como de México. El resto de la federación, los consideró como los más pobres de la república. Los anglosajones trajeron las instituciones, así como las escuelas, médicos y otros sistemas de organización religiosa. No eran tan pobres, sino simplemente vieron las cosas desde otra perspectiva, de otra forma.

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