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Somos ranas a punto de hervir: Esta es la historia comunista de los Sheinbaum

Por Luis Obregón Lozada

Como de costumbre, entre lo que hace la jauría de “cuatroteros”, lo que se les descubre y la efervescencia de Trump, los temas a comentar surgen para aventar “pa’rriba”. Hay un asunto demasiado delicado y significativo que, aunque la “subsubpresidenta” (con A y sin sal) lo publicó orgullosamente, parece que, como “ranas” cómodas, seguimos tranquilas.

Imitando el camino de Chávez, este gobierno, que no nos representa, firmó un convenio de “cooperación” con el Partido Comunista, propietario de Cuba. El hecho de firmar un convenio de esta naturaleza, con un partido comunista que, como acostumbran todos esos partidos, oprime y causa al pueblo terribles sufrimientos y miseria; más que un foco rojo, es un potente reflector rojo recalentado. Tengamos bien presente que quien lo ordenó es alguien que no tiene una sola gota de sangre mexicana, y que lo que tiene de mexicana es porque su padre nació aquí, lo que no necesariamente indica un mexicanismo aceptable. Pero eso no es problema: Maximiliano tampoco la tuvo, pero amó a México y, a su modo, buscó su bien.

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Casualmente, topé con información que nos ayudará a entender por qué la “subsub” (con A y sin sal) está afanada en encadenarnos al globalismo comunista. Aunque dice que sus padres nacieron aquí, una investigación de la revista etcétera, después de analizar documentos migratorios y del registro civil, encontró que Annie Pardo Cemo, su madre, nació en Bulgaria en 1940 y que fue hasta 1950 cuando pisó México. Antes de arribar aquí, pasó cuatro años en EU, a donde llegaron en el transatlántico “Uruguay”, que abordaron en el francés puerto Le Havre. Ella con sus padres, Josiff y Mazalmadlen, llegaron a Nueva York el 27 de mayo de 1946, según documento del Servicio de Inmigración y Naturalización estadounidense.

En el Archivo General de la Nación se encontró una tarjeta a nombre de José Pardo Benjaminoff, padre de Annie, con fecha del 12 de enero de 1950. En la que está asentado que José Pardo nació en 1913, tiene nacionalidad búlgara, es casado y comerciante. No se localizaron documentos anteriores a su nombre. Esto demuestra que los Pardo Cemo llegaron a México en 1950, cuando la mamá de la señora ya tenía diez años. Probablemente nació en Bulgaria. No se encontró más de los Pardo Cemo.

Pero de los Sheinbaum se encontraron abundantes datos que nos ayudarán a entender demasiadas cosas. Su abuelo Juan y su hermano Solomon Sheinbaum Abramovitz, judíos y miembros del partido comunista lituano, emigraron a Cuba en 1923 y de allí pasaron a México en 1928. Este es el marco ideológico familiar, que le sirvió de modelo primigenio.

Su abuelo, Jonas Sheinbaum Abramovic, nació en Lituania alrededor de 1906, en una familia judía asquenazí pobre. Bajo influencia leninista, trabajó como agente comunista en proyectos que podían implicar actos letales. Durante la violenta ocupación de una modesta granja, el propietario fue asesinado, y a los 14 años fue encarcelado, pero la Internacional Comunista, mediante sobornos, lo liberó a él y a su hermano Salomón.

Después de Cuba, fueron enviados a México. Juan se mudó a Guadalajara y se convirtió en joyero, un camino pavimentado de secretos y sombras. En 1933, Emma Yoselevitz Bruok, en Guadalajara, alumbró a Carlos, progenitor de Claudis.

Aunque Juan se negó a participar directamente en conspiraciones del comunismo internacional, recibió apoyo del PC y otros patrocinios para ampliar el negocio. En el conflicto entre Trotsky y Stalin, financió el exilio de Trotsky, (quien decía que Carlos era un comunista prometedor) y lo protegió hasta su asesinato. Después de años de alejamiento de la actividad comunista, Juan regresó al Partido Comunista mexicano (hasta 1988 que falleció) acompañado de su “apasionado” hijo Carlos, quien participaría en diversas actividades procomunistas.

Mientras estudiaba Química en la UNAM, más que estudiar, se dedicaba a alborotar y promover la toma de armas. Él y su esposa participaron activamente en el 68. Por eso, Claudis se presume “hija del 68”. También participaron en otros borlotes. En los 70, viajando con Carlos Imaz por países socialistas, en una postal enviaron desde Bulgaria la siguiente “amenaza”: “Tomando ideas del mundo comunista para transformar (trastornar) a México”. Como no nos representa, desconoce que, cuando menos numéricamente, somos un pueblo mayoritariamente católico. Y para el sepelio del papa Francisco, a quien visitó, exclusivamente por conveniencia, ya que recibiría a su adversaria (quien, desgraciadamente, al final, resultó “una cuete” sin pólvora, mojada y traidora), mandó a la nana del trío imperial. Y ahora, para la entronización de León XIV, “va a ver”, si a la nana le dan ganas. Es que la religión es el opio del pueblo.

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La heroína de la soberanía, con su comunismo, entregó incondicionalmente la soberanía nacional al globalismo. Además, como “presidente” no es soberana, su “Soberano” anda escondido.

Con este recorrido resumido, constatamos que desde mucho antes de que los Sheinbaum pusieran un pie en México, ya eran comunistas recalcitrantes, y aquella niña “comunista en potencia”, con este perverso convenio, nos demuestra que es una “mujer comunista en plena ebullición”. De agitadora estudiantil, impidió que la UNAM recibiera más recursos. Hoy, construye el segundo piso de la “cuarta trastornación”. Ya es la tercera generación de “Sheinbaums” trabajando para comunizarnos. Somos ranas a punto de hervir. ¡Que Dios nos agarre confesados!

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