“Te quiero –le dijo ella a él–. Mi papá te quiere, lo mismo que mi mamá y mis hermanos. Deberíamos casarnos”. Respondió él: “Imposible”. “¿Por qué?” –se inquietó ella–. Explicó él: “Mi esposa también me quiere”… La señorita Himenia lanzó un grito en la calle. Al punto acudió un hombre joven y guapo. Le preguntó a la madura célibe: “¿Qué le sucede?”. Respondió la señorita Himenia: “Aquel hombre que va allá me arrebató mi bolso”. “¡Ah! –exclamó el joven disponiéndose a perseguirlo–. ¡Deje que le ponga la mano encima!”. “Está bien –-dijo ella–. Pero primero alcance al ladrón”… Noche de bodas. El anheloso novio llevó al lecho nupcial a su desposada e inició con ella los tocamientos y caricias que sirven de prolegómeno al acto connubial. “¡Carajo! –exclamó ella con disgusto–. ¿Por qué siempre que estoy con un hombre las cosas terminan igual?”… Septiembre, mes de la Patria. “Patria con a de mujer”, dijo la Presidenta Sheinbaum. No tomó en cuenta que la palabra “patria” viene de latín pater, que significa “padre”, lo mismo que otros vocablos como “patrimonio”, “patriarca”, “patrón” y un largo etcétera. La mandataria rinde hoy su primer informe de Gobierno, correspondiente a la modesta labor que ella misma se asignó, la de poner segundo piso a la 4T, lo cual no es tarea de creación, sino de mera continuación. En efecto, la Presidenta se ha dedicado a consumar la obra que inició su antecesor, y ha cumplido encargos como el de acabar con la Suprema Corte, lo cual equivale a suprimir la única defensa que el ciudadano tiene frente a los excesos y abusos del poder estatal. ¿Segundo piso? Más bien segundo pozo, si me es permitido el deplorable juego de palabras, facilón, pero que describe el abismo sin fondo, y sin fondos –¡uta, otro mal juego de palabras!–, en que la 4T y Morena tienen sumido a nuestro país. Aun así celebremos este mes a la Patria, que a pesar de sus malos hijos sigue siendo impecable y diamantina, según la bella expresión de Ramón López Velarde. Impecable, porque no tiene culpa de lo que hacen algunos de sus malos hijos; diamantina, porque posee al mismo tiempo la firmeza del diamante y su esplendorosa luz. Advierto, sin embargo, que estoy pisando ya los resbaladizos terrenos de la patriotería, por lo cual paso mejor a narrar algunos otros cuentecillos… No falto a la verdad si digo que don Chanchito era un viejo rabo verde. Al son de “son más frescas las tardes que las mañanas” seguía buscando deleites de colchón en la persona de mujeres de las que por la mucha edad de él, y por la poca de ellas, podía ser su padre, y aun su abuelo. Cierto día fue con una de esas damiselas al Motel Kamawa, y ocupó en su compañía la habitación número 210. Ahí, tras de varios intentos fallidos, le dijo: “En mis canas verás el invierno, pero en mi corazón hay mucha primavera”. Replicó la muchacha: “Pues ponga en esa cosa un poco de verano, porque si no vamos a estarnos aquí hasta el otoño”… Después de 20 años de casados aquellos dos esposos se divorciaron. Su divorcio, cosa rara, fue amistoso, así que tras firmar los papeles del caso fueron a brindar por la feliz separación. Luego de tres o cuatro copas él le dijo a ella: “Siempre quise preguntarte algo, pero nunca tuve el valor de hacerlo. Ahora que ya nos vamos a separar me atrevo a preguntártelo. Tenemos cuatro hijos. Tres de ellos son morenos, y el más pequeño es rubio. Dime: ¿quién es su padre?”. “No puedo decírtelo –vaciló ella–. Te heriría mucho saber por qué no se parece a los otros tres”. “Puedo resistir la verdad –le aseguró el señor–. Dime: ¿quién es el padre de ese único hijo rubio?”. Respondió la mujer: “Tú”… FIN.
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