No sé qué han de haber platicado ayer en la cumbre del G7 en Canadá la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro de India, Narendra Modi.
No tienen nada en común:
Narendra Modi es un líder populista autoritario de libro de texto. Ejerce un liderazgo centralizado en el gobierno y su partido. Su discurso es profundamente nacionalista y no escatima en agraviar a los que no están de acuerdo con él: los considera parte de una élite corrupta que debe ser erradicada de la vida pública. Curiosamente, mientras se queja de las élites, ha logrado establecer alianzas político-financieras con algunos de los hombres más ricos de India (que, por cierto, están en la lista de los más ricos del mundo).
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Como parte del contraste habitual ricos-pobres que alienta el discurso populista, Narendra Modi ha enfatizado el otorgamiento de programas sociales. Su pegajoso lema es “Sabka Saath, Sabka Vikas”, que se traduce como “progreso para todos, progreso con todos”. Hay programas sociales para todo: uno para capacitar a jóvenes en el mercado laboral, hay otro para apoyar a los agricultores, existe el de dar cuentas bancarias a los que no tienen, un nuevo esquema para proveer servicios de salud y otro más para construir millones de viviendas.
El primer ministro de India ha emprendido una cruzada contra los jueces. Los acusa de corruptos. Se queja públicamente de ellos y ataca a los que no emiten fallos alineados con los deseos del gobierno. De hecho, su reforma al Poder Judicial incluye restarle independencia a la Comisión Electoral de su país. Esto le facilita el triunfo electoral, la conformación de mayorías en el Congreso y la fácil aprobación de toda suerte de leyes que contribuyen a que en sus manos acumule más y más poder. ¿Si algún opositor se le atraviesa? No es obstáculo: echa andar investigaciones, los acusa de corrupción, les gira órdenes de aprehensión y los obliga a la cárcel o al exilio. El caso de su principal opositor Rahul Gandhi es el ejemplo más notable de estos desplantes autoritarios.
El premier indio ha emprendido una guerra abierta contra los medios de comunicación independientes y críticos, nacionales e internacionales. Cuando publican algo que no le gusta, empieza por ataques verbales, luego abre investigaciones, auditorías, procesos judiciales y hasta operativos.
Quién sabe de qué habrán platicado Modi y Sheinbaum. No se parecen en nada. No tienen nada en común. Acaso, que ambos gozan de una popularidad del 70 por ciento.
SACIAMORBOS
Modi está unos kilómetros más adelante: está acusado de reprimir hasta la muerte a las minorías étnicas y religiosas, y de orquestar asesinatos políticos de opositores que viven en otros países (como en Canadá, por ejemplo). A persignarse.