Ron Douglas Johnson es todo, menos un burócrata de escritorio. Con su nominación como embajador en México, Donald Trump deja en claro que espera resultados rápidos en las que considera sus prioridades respecto a nuestro país: migración, narcotráfico y la relación con China.
Johnson tiene firmes sus principios en los tres temas. Veterano del ejército, lo suyo es la acción, no la diplomacia tradicional de oficina. Ha demostrado que entiende a la perfección lo que quiere Trump y pondrá manos a la obra para conseguirlo.
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Nacido en Hartselle, Alabama, se enlistó en la Guardia Nacional en 1971. Completó el curso de la Escuela de Aspirantes a Oficiales en 1973 y se graduó en el curso de oficiales de las Fuerzas Especiales del Pentágono en 1977.
En 1984 entró en servicio activo como comandante de destacamento del 3er Batallón del 7º Grupo de Fuerzas Especiales (Aerotransportado) en Panamá, señala su ficha militar.
Fue seleccionado como el primer oficial de las Fuerzas Especiales que asistió a la beca de la Escuela de Guerra del Ejército en la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Gran parte de su carrera militar trabajó bajo las órdenes del Comando Sur, cuya “área de responsabilidad” es América Latina y el Caribe.
En los años 80, con la guerrilla en pleno en El Salvador, llegó el momento clave para Johnson, que marcó su visión sobre América Latina.
Fue designado como uno de los 55 asesores militares en el país centroamericano y dirigió operaciones de combate contra el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Luego sería desplegado en los Balcanes.
A su experiencia en el ejército —de donde se retiró en 1998 con el grado de coronel—, este boina verde agregó otra que será clave en su papel como nuevo embajador en México, de ser confirmado por el Senado: Ron Johnson se unió a la CIA y participó en “experiencias de combate en todo el mundo” no especificadas.
Licenciado en Ciencias por la Universidad de Nueva York, con maestría en Ciencias por la Universidad de Inteligencia Nacional, se convirtió en el enlace científico y tecnológico del Comando de Operaciones Especiales del Pentágono con la CIA; fue representante superior del director de Inteligencia Nacional y de la propia CIA en el Comando Sur.
Experto en inteligencia, seguridad y contraterrorismo… Con esas credenciales, llegó a El Salvador en 2019, luego de que Trump lo nombrara, en su primera administración, embajador en ese país. Johnson comprendió a la perfección su mandato: acercar al presidente Nayib Bukele a Washington y alejarlo de China, adonde el presidente salvadoreño viajó en diciembre del mismo año.
“Lo único que China encuentra que les interesa aquí en El Salvador es que es una forma de provocar a Estados Unidos y volverse irritante”, dijo apenas llegó a San Salvador.
La cercanía de Johnson y Bukele llegó a tal punto que se les veía juntos en todo tipo de eventos y hasta en cenas de fin de año.
Mientras la estrategia de seguridad del salvadoreño era criticada por sus abusos a los derechos humanos, Johnson guardó silencio. Cuando Bukele mandó al ejército a la Asamblea Legislativa para forzar la aprobación de un presupuesto, el embajador se limitó a pedir “diálogo”.
¿Que Bukele se lanzó contra el diario El Faro, que acusó un pacto del mandatario con las Maras?
Johnson dijo que “lo más importante era reducir la cifra de homicidios”.
Incluso cuando el propio Departamento de Estado encendió las alertas por lo que llamó “debilitamiento de las instituciones” por parte de Bukele, Johnson decidió ver el “lado positivo”, destacando los “avances muy importantes” en materia de seguridad y la “cooperación, no sólo en seguridad, sino también en el área de migración ilegal y en otras áreas que nos parecen exitosas”.
Para Donald Trump, lo que Johnson hizo en El Salvador no podía calificarse más que como una “gestión totalmente exitosa”, garantizándole su lugar en un futuro gobierno.
El perfil de Johnson, quien se describe como un “hombre de familia”, estaría incompleto sin incluir el rol de su esposa, Alina Arias, con quien comparte cuatro hijos y cinco nietos.
Porque ella aportó otro elemento clave en la visión latinoamericana del coronel retirado: Cuba, donde Helen, la madre de Alina, nació y vio el inicio de la Revolución Cubana.
Helen contó el papel que jugó entonces: trabajando para la aerolínea PanAm, ante el temor que desató la llegada de Fidel Castro al poder, ayudó a coordinar la salida de 15 mil niños cuyos padres decidieron enviarlos a Estados Unidos en lo que se conoció como la Operación Pedro Pan.
Con migración, narcotráfico, seguridad y China como sus prioridades para México, para Trump la elección de Johnson no podía ser más clara.