
Todavía el año pasado seguíamos hablando de la ola política que había pintado el continente de un color rojo. En México, Guatemala, Honduras, Colombia, Chile, Brasil, Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia se instalaron gobiernos de izquierda por la vía electoral, en un proceso que abarcó casi 15 años. Pero, de un tiempo acá, el fenómeno ha perdido fuelle y en muchos lugares se ha revertido. En los últimos cuatro países (Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia) los ciudadanos han sufragado en favor de candidatos conservadores poniendo fin, al menos por el momento, a las experiencias de gobiernos de corte popular. En Colombia y en Chile aún persisten, en manos de Petro y de Boric, respectivamente, pero terminan su periodo con niveles de aprobación preocupantes para su causa. En Brasil mismo, Lula da Silva fue capaz de recuperar el poder hace dos años, a partir de los cuales comenzó a declinar su popularidad; el pasado verano parecía destinado a una caída libre, pero paradójicamente Trump vino a su rescate de manera involuntaria. Muchos brasileños han cerrado filas con su gobierno a partir de las abusivas amenazas dirigidas en contra del país, pero parecería ser un tanque de oxígeno momentáneo.



