“Más allá de su uso terrenal y de su racionalidad, la arquitectura
se ha preocupado por la vida mental humana y ha relacionado
la existencia con las dimensiones cósmica y metafísica”
Juhani Pallasmaa.
La arquitectura histórica o patrimonial de una ciudad, al ser un conjunto de manifestaciones de la identidad, conforma un universo de símbolos materiales e inmateriales en territorios, geografías y épocas determinadas. Estos edificios dan respuesta a planteamientos funcionales y son una manifestación de la cultura, la moda o la tradición y por supuesto: testigos de la historia.
La cultura como concepto es difícil de definir, porque depende de quien la define y desde donde, es decir, no es lo mismo definir la cultura de un país siendo extranjero que definirla siendo originario, como no es lo mismo definir la cultura de un sitio siendo migrante, o definirla en la Edad Media o en el Renacimiento que el día de hoy. Con lo anterior quiero decir que, la identidad de las comunidades se encuentra inmersa en la cultura de las mismas, además de estar implicados otros conceptos y la propia forma de ver el mundo de quien define y en este sentido, la cultura es también un límite y una frontera.
En el marco del Festival Internacional de las Artes en Saltillo, se presentó el pasado viernes la escritora Cristina Rivera Garza, escritora, catedrática y ganadora del Pulitzer en 2024 por su libro “El invencible verano de Liliana” en la categoría de memorias o autobiografía. En una conferencia realizada en junio del 2025 (y que se puede encontrar en YouTube), la escritora nacida en la frontera entre México y Estados Unidos, expresa su vínculo con temas de migración y pertenencia. Asimismo, el viernes pasado en su presentación, la catedrática afirmó respecto a su libro que, no basta solamente denunciar sino que es necesario “extrañar colectivamente”, traer de vuelta a la memoria a las mujeres no como víctimas sino como mujeres que tenían sueños, ideas, rabias, amores y futuros que ya no existen.
Y, ¿cómo se conecta esto con la arquitectura histórica, con el patrimonio o con nuestras ciudades?, pues más de lo que podemos pensar; la escritora con formación en historia afirma: “toda pregunta nos dirige al pasado, si es verdadera, parte de una necesidad, de una urgencia de hoy (…) para explicar (nos) en su debida complejidad, con toda su profundidad y contradicciones, qué es lo que ocurre hoy, hay que recurrir, voltear a ver hacia atrás, tratando de ubicar esos momentos que se van a convertir en significativos para la pregunta que nos estamos haciendo en el presente.” Acudir al pasado para agitar estas partículas suspendidas en el tiempo guardadas en un libro, en una nota periodística, en una obra artística, en los pasillos de un edificio o en la atmósfera de las calles de una ciudad, agitarlas para que despierten y regresen al día de hoy para poder mirar hacia delante.
La escritora recuerda a su hermana Liliana no solamente por su muerte, sino por su vida luminosa, compleja y libre, como complejas y libres son todas las personas y las ciudades que habitan. Hoy en día hay tantos asuntos que atender de una profunda complejidad estructural que es difícil definir uno solo, sin embargo, hemos visto que el patrimonio de nuestros conciudadanos se ha visto afectado de forma ominosa, cruenta, escandalosa y brutal en muchos casos. Comparar un feminicidio con la pérdida del patrimonio ya sea histórico o inmueble es injusto, pero si no recordamos, si la memoria no nos alcanza, entonces la naturaleza (o la vida) removerá las partículas suspendidas de la historia y será ella quien nos sacuda y nos ubique en nuestra justa y debida dimensión. Nuestra cultura debe ser integral, la cultura es más que arte, literatura, historia o arquitectura, la etimología de cultura es, en pocas palabras, el cultivo del espíritu humano y por lo tanto, de todas las anteriores pero, también de nosotros mismos y tal como en la Edad Media: el cuidado y la protección de las cosas, de nuestra dignidad y nuestra identidad.