A la Bascula
Julián Parra Ibarra
Como diría el clásico ‘haiga sido como haiga sido’, este jueves pasará como un día histórico en nuestro país. Por primera vez y después de 200 años y 65 varones que pasaron por ese puesto, una mujer recibió la constancia de mayoría para convertirse en la primera presidenta de México, que tomará posesión e iniciará su sexenio el 1 de octubre próximo.
Claudia Sheinbaum Pardo llega a la máxima magistratura con el respaldo de más de 36 millones de votos que le otorgaron los mexicanos en las urnas el 2 de junio pasado, la cantidad más grande con la que presidente alguno haya llegado a la presidencia de nuestro país, incluyendo a su antecesor que seis años atrás rebasó los 30 millones de votos
El simple hecho de que sea una mujer la que dirija los destinos del país, abre expectativas muy diferentes. “México ha roto el techo de cristal y avanzó”, dijo en su discurso la presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Mónica Soto.
En la época moderna, la historia marca tres momentos trascendentales: el primero en el año 2000, cuando se concretó por primera ocasión la alternancia en el país con el triunfo del panista Vicente Fox Quesada. La mayoría de los mexicanos veía en el guanajuatense la personificación de quien vendría a darle a México un revulsivo.
La desilusión llegó muy pronto, porque el hombre de las botas que se había vendido como un gran candidato, jamás quiso comprometerse con nada y pasó a la historia como uno de los presidentes más grises de la historia de nuestro país. Los ciudadanos le dieron una segunda oportunidad al panismo con Felipe Calderón, el hombre responsable de meter al país en una espiral de violencia que no ha terminado de parar.
El segundo momento fue hace seis años cuando luego de un efímero regreso del PRI al poder con Enrique Peña Nieto, cuyo sexenio está marcado como el de mayor corrupción sobre todo entre los gobernadores, los mexicanos hartos y decepcionados del priismo y del panismo, se volcaron a las urnas y con más de 30 millones de votos –la más alta cantidad hasta ese momento-, impulsaron para llegar a la presidencia a quien años atrás se había vendido como el ‘rayito de esperanza’.
Los mexicanos creyeron ciegamente en que Andrés Manuel López Obrador llegaría verdaderamente a transformar al país, iba a acabar con la corrupción y la impunidad, el país se iba a pacificar, se acabaría el compadrazgo y el influyentismo. Al final, en un mes y medio se marchará dejando un país ensangrentado, pasará a la historia como el sexenio más violento del país, y a un México profundamente dividido, como nunca en la historia, entre buenos y malos, entre chairos y fifís, entre conservadores y liberales, entre honestos y corruptos.
La alta popularidad que conservó pese a todo a lo largo de su sexenio, basado en los programas sociales, le alcanzó para impulsar y promover a quien fuera gobernadora de la CDMX, hasta convertirla en candidata por su partido, Morena.
Y es así como llegó el tercer momento clave en la historia moderna, al llegar la primera mujer a la presidencia de México. Su llegada al poder, deja sobre la mesa me parece que por partes iguales grandes expectativas, pero también grandes dudas. Estas últimas, no tanto porque no tenga capacidad, es una mujer inteligente, pero sí por la injerencia que sobre ella tiene el presidente saliente, y si le va a permitir desarrollar su propio proyecto de gobierno o intentará mantenerla sometida como lo ha hecho hasta el momento.
Claudia Sheinbaum Pardo no es Andrés Manuel López Obrador, no tiene la simpatía ni el arrastre del que ha gozado el tabasqueño, por lo que su conexión con el ‘pueblo bueno’ será muy diferente, con todo y que quiere mantener ese contacto al conservar las mañaneras y en el horario que le indicaron que debía hacerlo, pese a que en la encuesta que días previos dijo que había realizado, le sugerían otros horarios.
Sheinbaum recibe un país muy diferente al que recibió su antecesor hace seis años, aunque llega con frases muy parecidas a las de López Obrador. ‘No les voy a fallar’, dijo el tabasqueño, y la doctora ‘No los voy a defraudar’ y prometió incluso poner su vida para servir a México. Ambos se comprometieron a respetar la división de poderes. Veremos.
La realidad y los hechos cuando se le presenten reales como mandataria, quizá la vayan haciendo moldear su estilo de gobierno, la necesidad la obligará a ello, aunque eso también le podría impactar en la pérdida de control del poder legislativo si bien de mayoría morenista, pero que se dividirá entre quienes entiendan que Claudia será a la presidenta constitucional a partir del 1 de octubre y sea ella quien mande en lo sucesivo, y entre quienes fanatizados, se mantengan fieles a su líder, quien difícilmente dejará los reflectores, los micrófonos y el poder, a quien él considera que le debe la presidencia.
En calidad de mientras, este es un momento histórico, y el deseo de todos es que a Claudia le vaya bien en su gobierno, por el bien de México.
X= @JulianParraIba