“Hay tres maneras de ser pendejo: sembrar de temporal, jugar a la Lotería y votar por el PAN”. Ese sarcástico dicho se escuchaba mucho en los mediados del pasado siglo. Sembrar de temporal era hacerlo en tierra seca, sin otro riego que el del agua que podía venir –o no– del cielo. Comprar billetes de Lotería equivalía casi a tirar el dinero a la calle, por la escasa posibilidad de ganar siquiera fuese un reintegro. Y votar por el PAN significaba sufragar por un partido que jamás ganaba una elección en contra del partido aplanadora, el PRI. Aun así se reconocía por lo bajo que Acción Nacional era “el partido de la gente decente”. En mi natal Saltillo formaban parte de él ciudadanos de gran prestigio personal que luchaban con honor aquella “brega de eternidad”, aun sin esperar la victoria. Bien quisiera poner aquí sus nombres a modo de homenaje, pues fueron verdaderos héroes civiles, pero me lo estorba el temor de olvidar injustamente a alguno, y de ofender así a sus descendientes, pero éstos saben a quiénes me refiero. Crítico permanente del partido en el poder, me sentí honrado cuando don Luis H. Álvarez, prócer panista, me ofreció una candidatura federal por el partido que fundó Gómez Morín. Hube de declinar su ofrecimiento, agradeciéndolo. Pensé, no sé si con razón o equivocadamente, que una afiliación política de esa naturaleza era incompatible con mi quehacer de periodista. Ahora el PAN quiso mostrar un nuevo rostro a la mirada de la ciudadanía. Con poca fortuna lo hizo, creo. El lema que escogió: “Patria, familia y libertad”, trae consigo lejanos ecos de fascismo, y de seguro no atraerá a los electores jóvenes. La actual dirigencia panista, preocupada por el presente, vuelve al pasado para buscar futuro. Acertada, sí, me pareció la decisión de romper toda alianza con el PRI. Si un ciego no puede guiar a otro ciego, mal puede un renco apoyarse en otro renco. Así las cosas, la nefasta 4T podrá seguir llevando a cabo la destrucción de México sin ninguna oposición viable al frente. La esperanza del país, entonces, no reside en lo político, sino en lo cívico. Anuladas de plano la democracia y la justicia, en inminente riesgo de desaparecer la libertad, sólo la resistencia ciudadana podrá impedir que la mafia obradorista que se ha apoderado del país lo lleve hacia el abismo… El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Quinta Venida –no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que no tiene mandamientos, sino sólo recomendaciones–, predicó un sermón acerca de las venturas que el Señor guarda para quienes cumplen sus sagradas leyes y están al corriente en el pago de sus aportaciones a la iglesia. Pidió luego: “Pónganse de pie los que quieran irse al cielo”. Todos se levantaron, menos el borrachín de la congregación. El pastor le preguntó, asombrado: “¿No quiere usted ir al cielo, hermano Groggo?”. “Sí, reverendo –farfulló el briago–, pero en el próximo viaje. Éste ya va muy lleno”… Don Languidio no podía ponerse en aptitud de hacer obra de varón. Su médico le dijo: “He probado con usted todos los remedios habidos y por haber contra la disfunción eréctil, y ninguno ha dado resultado. Pero le tengo una excelente noticia: logré conseguir unas gotas de las miríficas aguas de Saltillo. Bébalas ahora mismo y en seguida váyase a su casa, pues el efecto es inmediato”. Así lo hizo el maduro señor. Una hora después llamó por teléfono al galeno. “¡Doctor! –le dijo entusiasmado–. ¡Lo he hecho tres veces!”. “Magnífico –ponderó el facultativo–. Su esposa debe estar feliz”. Replicó don Languidio: “No sé. Todavía no llego a mi casa”… FIN.
Mientras la 4T avanza en la destrucción, el PAN voltea al pasado
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