Improvisar no es simplemente hablar sin pensar. Tampoco es exclusivamente una cuestión de humor. La improvisación teatral es una técnica profunda, sólida y generosa, que invita a las personas a contar historias desde lo que sienten, desde lo que son y desde el lugar en el que están en el presente.
Así lo explica Romina Coccio, actriz y docente argentina especializada en Técnica de Improvisación Teatral, quien estará en Saltillo como parte del Festival Internacional de las Artes (FINA) para compartir su taller “El juego de la verdad” y participar en el espectáculo de improvisación “Variaciones sobre…” junto a la actriz y directora Angélica Rogel.
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“La técnica de improvisación no es solamente para hacer reír ni está limitada al escenario. Es una herramienta que se puede aplicar en cualquier ámbito: personal, laboral, familiar. Es para cualquier persona que quiera encontrarse con nuevas formas de relacionarse consigo misma y con los demás”, comenta Coccio en entrevista.
La aceptación como punto de partida
Lejos del caos o la ocurrencia, la técnica de improvisación teatral tiene reglas claras. Una de las principales es la aceptación: aceptar las propuestas de quienes están en escena, aceptar el espacio, aceptar cómo estoy emocionalmente. A partir de ese “sí”, se comienza a construir.
“Cuando yo acepto la propuesta del otro, cuando digo que sí, entonces se abre la posibilidad de avanzar juntos en una historia. La técnica nos invita a construir desde la colaboración”, señala.
Aunque muchas veces se asocia con el humor, Romina aclara que la improvisación puede tomar cualquier tono: dramático, trágico, poético o incluso político. No se requiere tener una “vis cómica” ni una personalidad extrovertida. Lo esencial es estar dispuesto a jugar.
“Es una técnica que despierta el imaginario y que nos permite construir en colectivo. Yo he trabajado con médicos, contadores, carniceros, amas de casa… personas que no tienen ninguna relación con el teatro, pero que descubren en esta práctica un espacio para expresarse desde lo más genuino”, explica.
Volver al juego
Uno de los primeros objetivos del taller “El juego de la verdad” es recuperar la capacidad de jugar. A través de dinámicas grupales, ejercicios corporales y juegos colectivos, los participantes se reconectan con ese espacio lúdico que suele estar más presente en la infancia que en la vida adulta.
“El juego está asociado con los niños, pero los adultos también lo necesitamos. Improvisar es volver a jugar, y desde ahí podemos imaginar y crear”, dice Romina.
A lo largo del taller, se explora también el concepto de “verdad”. No en un sentido moral o dogmático, sino como punto de partida creativo: actuar desde lo que soy, desde lo que siento, incluso cuando estoy interpretando a un personaje.
“Podemos jugar a ser bomberos, cantantes o extraterrestres, pero lo hacemos desde nuestra mirada, desde cómo imaginamos ese personaje. Le prestamos algo de nosotros para construirlo. Por eso hablamos de verdad: porque lo que ponemos en escena nace de una parte nuestra”, explica.
Escuchar para construir
Otra piedra angular de la técnica es la escucha activa. Romina subraya que no se trata únicamente de oír las palabras del otro, sino de estar realmente presentes, atentos a todo lo que sucede en escena: los gestos, el cuerpo, el silencio.
“La escucha activa requiere estar en presente. Si estoy pensando en qué voy a decir después o en que dejé la llave abierta en casa, ya no estoy. Estar en presente es lo único que permite construir con lo que el otro propone”, asegura.
En ese sentido, improvisar también implica una profunda apertura: soltar el control, dejar que la historia avance sin saber exactamente a dónde irá. Es un acto de confianza colectiva.
Abrazar el error
Uno de los mayores aprendizajes que ofrece esta técnica es la relación con el error y el miedo al ridículo. En el taller, no se busca eliminar el miedo de golpe, sino crear un espacio seguro donde las personas puedan experimentar sin juicio.
“No se trata de vencer el miedo, sino de darnos permiso. Si en una consigna tengo que cantar y me da pena, el espacio está pensado para que lo intente, para que vea que no pasa nada. Ahí puede haber algo valioso”, dice Romina. “El error también es material. Abrazamos el error, lo convertimos en un aliado. A veces de ahí sale algo mucho más interesante que lo que teníamos pensado”.
Este enfoque, dice la actriz, tiene efectos emocionales y sociales profundos. Aunque la técnica no pretende ser una terapia, muchas personas encuentran en ella una forma de vincularse mejor con los demás, de flexibilizar posturas rígidas, de abrirse al cambio.
“A mí me transformó profundamente. Me ayudó a ver desde otros puntos de vista, a trabajar con mis propias limitaciones, a convivir con lo inesperado. Y lo he visto en muchos alumnos. Es una técnica muy noble, muy generosa”, comparte.
Como parte de la programación del Festival Internacional de las Artes (FINA) en Saltillo, Romina Coccio y Angélica Rogel presentarán dos actividades imperdibles:
– El juego de la verdad: Taller de improvisación
Fecha: Miércoles 16 de julio
Hora: 17:00 horas
Lugar: Centro Cultural Casa La Besana
Precio: Sin costo
Informes: maurott@gmail.com
-Variaciones sobre…: Espectáculo de improvisación junto a Angélica Rogel
Fecha: Jueves 17 de julio
Hora: 19:00 horas
Lugar: Centro Cultural Casa La Besana
Costo: Entrada libre, cupo limitado
Ambas actividades son presentadas por VaVaVa Impro.
¿Quién es Romina Coccio?
Desde 1996, cuando fundó la compañía “Sucesos Argentinos” en Buenos Aires, Romina ha dedicado su carrera a explorar, enseñar y expandir los alcances de la improvisación teatral. Ha ofrecido talleres y participado en festivales en países como Argentina, México, España, Brasil, Portugal, Colombia, Perú, Uruguay y Costa Rica.
Actualmente, radica en la Ciudad de México, donde imparte la materia de Improvisación en el programa de formación profesional de La Teatrería Estudio.