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Mi cabeza no se apaga: pensamientos que corren maratones

¿Eres un overthinker, un sobrepensador, o rumias todas las ideas? ¿Te pasa que te acuestas, pero tu mente no para ni un segundo? ¿O estás en una fiesta y cuando llegas a casa te invade la culpa por todo lo que dijiste, lo que no debiste hacer, con quién hablaste? Esa culpa que no se quiere ir.

Cuando tienes que decidir algo, ¿te cuesta porque aparecen todas las opciones posibles? ¿O cuando conoces a alguien empiezas a analizar cada gesto, cada palabra, y no disfrutas el momento? A veces son tantos pensamientos que aparecen, escenarios improbables que te generan ansiedad y preocupación.

Ser un sobrepensador es pensar en exceso, muchas veces sin resolver nada. Es como abrir 38 pestañas mentales en el navegador y que ninguna se cierre. ¿Por qué pasa esto? Porque nuestro cerebro busca certezas para ahorrar energía. Pero el mundo está lleno de incertidumbre, ¿no es cierto? Controlamos solo el 10% de la realidad.

Esto se relaciona con ansiedad, necesidad de control, inseguridad, trauma o alta sensibilidad, personas con mucha empatía o con trastornos como el TDA que mantienen el cerebro siempre encendido. El cerebro se pone en alerta máxima para cuidarnos, pero así quedamos en hipervigilancia, sin poder vivir el presente.

Y eso tiene efectos: fatiga mental, depresión, insomnio, inseguridades, dificultad para decidir, miedo a enamorarse, dudas sobre tus capacidades, baja autoestima, ansiedad constante, angustia, vivir con el freno y el acelerador pisados a la vez.

No estás roto por pensar mucho, pero seguro si estás cansado o cansada. Lo que necesitas es bajar el volumen del ruido mental, no apagar tu esencia.

Su súper poder es que cuando dicen que sí, es un sí comprometido y firme. Cuidan sus palabras porque saben que tienen peso. De ellos obtendrás certeza y lugar seguro, porque saben cómo ser un lugar seguro, conocen la incertidumbre demasiado cerca. Se compromete al 100% y cuando deciden amar o confiar, lo hacen profundo y serio.

Entonces, ¿qué hacer para bajar la ansiedad, dormir mejor y tomar decisiones sin sabotear tu felicidad?

Empecemos por aprender a respirar consciente, inhalando y exhalando, llevándote al presente con la respiración. Puedes concentrarte en las líneas de tu mano o en el agua que fluye sobre tus manos para anclarte en el cuerpo.

Come consciente, haz ejercicio, respeta horarios de sueño y aliméntate bien, porque tu intestino produce serotonina, el químico de la felicidad.

Observa tus pensamientos sin pelearte con ellos, déjalos pasar y vuelve al presente. Escribe en un cuaderno todo lo que pase por tu mente, haz un “vaciado de conciencia”. Te recomiendo el libro El camino del artista, de Julia Cameron,que sugiere dedicar los primeros 15 minutos del día a esta práctica.

Además, define un horario para tus pensamientos y comprométete a concentrarte en el presente el resto del tiempo. Y, claro, ve a terapia: ahí descubrirás tus creencias, de dónde viene la angustia, qué activa tu hipervigilancia y esas distorsiones que te hacen ver cosas que no son. Así podrás entenderte, validar tus emociones, identificar personas seguras y ser más compasivo contigo mismo.

Somos un todavía, aprendiendo a vivir en el aquí y ahora. Sin juzgarte, observa, acepta y transforma tu vida.

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