La presidenta Claudia Sheinbaum dio un golpe de timón a su conferencia: un nuevo reglamento para sus mañaneras, con 30 reglas para los medios de comunicación en busca de un ordenamiento. Sin embargo, lo que dejan ver algunos de sus puntos es confusión sobre el objetivo de un instrumento de comunicación política y su urgencia por retomar la iniciativa, el control de la agenda y la narrativa. Sheinbaum lleva semanas en actitud reactiva, al tiempo de estar metida en una dinámica doméstica de choque con quienes son aliados del régimen, y empezando a insultar a quienes la critican.
Sheinbaum da señales de exasperación. Ayer, tras subrayar que se “adelantaba” a posibles críticas de la oposición y “comentócratas” a la reforma para la Ley de la Guardia Nacional, los llamó “ignorantes”. Es decir, como admitió, antes de que se criticara la ley, los insultó. No dejó que se abriera el debate y chocaran ideas con información. Simplemente los descalificó. La jefa del Estado mexicano estableció un nuevo parámetro en la arena pública, donde abre la puerta a que se le responda en los mismos términos. Es lamentable su posición, pero por la experiencia vivida, ni “comentócratas” ni oposición le responderán con ofensas. De eso, lo estamos viendo, se encargan los suyos.
TE PUEDE INTERESAR: La conexión Palenque-Irán
El nuevo reglamento exhibe algunas de sus frustraciones.
El punto 28 señala que quienes estén acreditados como prensa en las mañaneras serán sujetos a una verificación que permita saber si difundieron la información generada en esa conferencia y que se vea reflejada en materiales periodísticos, a través de las plataformas, canales o impresiones de los medios convencionales y alternativos que asistan. La ambigüedad de este punto deja muchas preguntas.
¿Se asume la Presidencia como la autoridad máxima para determinar qué es importante y qué no? ¿Piensa la Presidencia que es su derecho, función y atribución regir la política editorial de los medios? Porque, al “verificar” la publicación de los contenidos en la mañanera, ¿recarga la responsabilidad al periodista de publicar y difundir? Esa decisión la toman editores, que son quienes evalúan, jerarquizan la información y deciden qué incorporar en sus espacios. ¿Si un medio considera que no hubo nada sustancioso, o su importancia es menor a otros acontecimientos, vetarán a su representante en la mañanera?
En donde no hay confusión es que la carga de la responsabilidad se la trasladaron al mensajero, no al emisor del mensaje. En un entorno donde las noticias compiten intensamente y todo el tiempo por un espacio en los medios, la generación de contenidos se vuelve un imperativo para quienes están luchando por comunicar lo que hacen o tengan que decir. El expresidente Andrés Manuel López Obrador, que inventó la mañanera y la fue moldeando a su imagen y semejanza, tenía una personalidad que le permitía llenar hasta con sandeces los espacios de información. Parece inimaginable que prometa una salud mejor que en Dinamarca o afirme que una pandemia se frena con un pedazo de tela donde está impresa la imagen del Corazón de Jesús. Sheinbaum, que tiene una densidad diferente, carece −afortunadamente− de esa capacidad de merolico.
Pero la Presidenta tampoco genera contenido creíble o argumentos sólidos para persuadir líneas de pensamiento contrarias a las suyas. Un botón de muestra fue cuando todas las instituciones financieras mexicanas y extranjeras −salvo la Secretaría de Hacienda− redujeron la expectativa de crecimiento de México y sus críticas no tenían asideras lógicas.
Una de ellas fue el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde redujo su alegato a la frase de “no coincidir” con su pronóstico, y de manera inentendible señaló: “No entendieron que a México llegó la Cuarta Transformación y aquí se acabó la corrupción. Se acabaron los privilegios y el recurso del pueblo se le regresa al pueblo de México. Se regresa con derechos, como el derecho a la salud, el derecho a la educación, el derecho a la vivienda”.
Su declaración se publicó, pero cayó en la intrascendencia. ¿Qué relación guarda su frase con la expectativa de crecimiento? Exacto: ninguna. La disociación de ideas, y la superposición de la propaganda a los argumentos, le resta credibilidad. Y una voz que se va debilitando, se pierde cada vez más en la irrelevancia. El problema no es el mensajero sino el emisor. El obstáculo no son los periodistas ni los editores, sino su equipo, que no es capaz de generar contenidos con alto valor noticioso.
El nuevo reglamento va todavía más allá. Admite que la mañanera va más allá de informar y difundir. En los puntos 26 y 27 se establece que ese espacio entra también en el ámbito de la oficialía de partes ciudadana, donde normaliza el papel de ciertos “periodistas” que presentan “denuncias ciudadanas”, pero ahora “a partir de investigaciones periodísticas de interés público”. Mal. Las denuncias periodísticas se publican. Periodistas y medios no son gestores; son contrapeso de los poderes.
TE PUEDE INTERESAR: Mañaneras: Sheinbaum entre la propaganda y la realidad
Esos puntos, sin embargo, buscan regular la herencia de López Obrador que no puede eliminar: los youtuberos que inventó Jesús Ramírez Cuevas, exvocero presidencial y actual coordinador de asesores de Sheinbaum, para que atacaran a periodistas críticos y fueran paleros del expresidente. A cambio de esos servicios, les permitieron construir un negocio paralelo para plantar preguntas −con costo hasta de 150 mil pesos−, coyotear, anunciar productos, entregar cartas y litigar como testaferros de políticos y empresarios. Sheinbaum ya no quiere que eso suceda, pero seguirá pasando. Disfrazarán mejor sus gestiones, pero mientras no eliminen esos puntos, el negocio seguirá floreciendo.
El manotazo de Sheinbaum a su mañanera es un avance para sacudirse la marca de López Obrador, pero es insuficiente: en la parte toral, su relevancia como jefa de Estado, el problema que tiene que admitir para corregir es que sus deficiencias e insuficiencias se encuentran en Palacio Nacional, no en el mensajero.
rrivapalacio2024@gmail.com