El truco de magia fue perfecto: el pueblo le aplaude al populista mientras este les quita para dárselo a sus poderosos amigos.
Fue lo que me quedó en la mente al leer, en Financial Times (FT), la columna de Martin Wolf sobre la “One Big Beautiful Bill Act” (OBBBA) y el alza de aranceles. El proyecto es un show que emociona y entretiene a los votantes mientras los daña sin que sean conscientes de ello.
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Para empezar, la OBBBA es el paquete presupuestal de Trump que la Cámara de Representantes aprobó el 22 de mayo de 2025. Su cara amable prolonga y expande los recortes fiscales de 2017 e incluye nuevas deducciones para ingresos altos; pero la letra pequeña financia esas rebajas con recortes por cerca de 800 mil millones de dólares a Medicaid y con límites adicionales a la elegibilidad de Medicare.
En conjunto, añade más de 2.4 billones al déficit en una década. Si el Senado la ratifica, redefinirá el sistema tributario y desmontará piezas clave de la red de protección social en Estados Unidos.
Las cifras son un golpe de realidad: el Laboratorio Presupuestario de Yale calculó qué pasaría si se combinan los aranceles con la OBBBA: los ingresos, después de impuestos y apoyos del gobierno, caerían para el 80 por ciento de los hogares estadounidenses. El 10 por ciento más pobre perdería, en promedio, más de 6.5 por ciento de su ingreso, mientras el 10 por ciento más rico vería un aumento cercano al 1.5 por ciento. Es literalmente quitarles el pan a los pobres para dárselo a quienes ya les sobra, como deja ver el artículo de FT.
Y si hablamos de pan, hay malas noticias: la misma iniciativa lleva tijera al programa de cupones de alimentos. Analistas del Center on Budget and Policy Priorities advierten que sería el recorte más profundo en la historia del programa: casi 300 mil millones de dólares menos.
La crueldad no se detiene ahí. Una carta de la Oficina Presupuestaria del Congreso estima que 16 millones de personas perderían su seguro de salud para 2034. Enfermarse sin cobertura en Estados Unidos suele ser boleto de ida a la ruina o a la tumba; por eso, hasta el Nobel Paul Krugman confesó quedar “conmocionado” por la saña de la propuesta, señala el artículo de FT.
Estos regímenes populistas, que emocionan y prometen, generan daños que, como expone el economista Rüdiger Dornbusch, “en economía, las cosas tardan más en suceder de lo que uno cree, y luego ocurren más rápido de lo que se pensaba posible”.
Todo esto encaja en la vieja jugada populista: presentarse como la voz del “pueblo” frente a las “élites”, generar emoción alrededor de ciertos temas, en el caso de EU son la cultura, la diversidad y la migración, y mientras el público aplaude el espectáculo: aprobar leyes que benefician a unos cuantos. Un amplio estudio publicado en la American Economic Review muestra que, de izquierda o derecha, los líderes populistas dañan la democracia y dejan un legado de costos económicos duraderos.
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Señala el artículo de FT que al populista suele importarle poco sus votantes. En Estados Unidos les cobrará impuestos disfrazados de aranceles, les recortará apoyos básicos y encima presumirá que hace grande a América mientras su base paga la cuenta. Pero la historia enseña que cuando la factura llega, llega sin descuento y con intereses.
Si un político ofrece mágicamente el cielo mientras señala a “los malos de siempre”, ten cuidado porque puede que caigas en su truco y será muy tarde para cuando te des cuenta de que fue quien más benefició a un puñado. Como dicen, dime de qué presumes y te diré de qué careces.