
El kéfir se ha convertido en un habitual de muchas heladeras, pero su popularidad no responde solo a una moda saludable. Este alimento fermentado, rico en probióticos, está despertando interés científico por su posible impacto positivo en la salud de los riñones, un órgano clave para depurar toxinas, regular líquidos y mantener el equilibrio del organismo. En un contexto donde los trastornos digestivos y metabólicos son cada vez más frecuentes, el vínculo entre intestino y riñón cobra especial relevancia.
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Durante los últimos años, la microbiota intestinal se ha colocado en el centro de múltiples investigaciones. Alteraciones en este ecosistema, conocidas como disbiosis, se asocian con problemas como diarrea, estreñimiento, gases, fatiga y náuseas. Sin embargo, su efecto va más allá del sistema digestivo. Estudios recientes muestran que una flora intestinal desequilibrada puede influir negativamente en órganos distantes, incluidos los riñones, al aumentar la carga de toxinas que deben filtrar de la sangre.



