No paran las críticas desde todos los frentes en contra de la Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión, la primera criatura en el joven sexenio que es hechura completa de la presidenta Claudia Sheinbaum, que además se ha convertido en un escándalo por lo amenazante de sus alcances. El ingeniero de la ley es José “Pepe” Merino, titular de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones, el Big Brother de la novela “1984”, de George Orwell, que está construyendo su propio Ministerio de la Verdad mediante mecanismos de control social, político, empresarial y, por encima de todo, la conculcación de libertades. Sheinbaum lo niega y asegura que no propicia la censura de la que la acusan, pero los mexicanos no le creen.
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El miércoles pasado envió la ley, pensando que el spot en la televisión mexicana (en canales de Televisa, donde formo parte de su plantilla editorial) y en YouTube de la secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Kristi Noem, contra la migración indocumentada, levantaría la tolvanera suficiente para meterla como cuchillo en mantequilla para su aprobación en el Senado. Se equivocó. El spot que buscó amplificar, para convertirlo en el gran tema de conversación, el jefe de la propaganda del régimen, Jesús Ramírez Cuevas −coordinador de asesores de Sheinbaum−, no prendió como esperaban. La ley de marras, sí.
Un análisis de la conversación digital el jueves y viernes siguientes arrojó que, hasta las 10:00 de la mañana del 25 de abril, se habían dado 210 mil 287 menciones en las redes sociales sobre el tema de la ley; de las cuales Televisa y TV Azteca, en donde se habían enfocado las cuentas de Ramírez Cuevas en trasladarle los costos para neutralizar las críticas, sumaron apenas un 5 por ciento del total, 10 mil.
En el share of voice en las redes sociales, que refleja las conversaciones, se repartió en 3 por ciento en Televisa, con un alcance de 6.6 millones de personas; 2 por ciento en TV Azteca, con un alcance de 5.4 millones; seguido de Latinus, con 1 por ciento y un alcance de 4.2 millones, y Milenio/Multimedios, con un porcentaje ínfimo que alcanzó a 7 mil 544 personas. La conversación orgánica, que es la espontánea y que no está incentivada por publicidad, acaparó el 94 por ciento de la conversación en esas primeras 27 horas, que representaron un alcance estimado en 125 millones de personas.
A esa gran masa de usuarios no la convenció Sheinbaum. La narrativa dominante fue contra la ley, cuya etiqueta, #LeyCensura, alcanzó 139 mil menciones en ese periodo, que la hizo la principal tendencia en redes en México durante más de un día. La etiqueta de la Ley de Telecomunicaciones tuvo 88 mil 300 menciones, mientras que #LeyMordaza logró 5 mil 159. La palabra censura fue el motor de la conversación, reflejando implícitamente el temor entre los mexicanos sobre la pérdida de sus libertades.
La conversación se calentó hacia el mediodía del jueves, luego de que el coordinador del PAN en el Senado, Ricardo Anaya, publicó en X que Morena iba por el control total de internet, redes sociales, radio y televisión. La intensidad de la crítica siguió poco después, cuando en comisiones del Senado aprobaron la iniciativa de 226 páginas sin que la gran mayoría de los legisladores del partido gobernante, la hubieran leído. Se juntaron los intentos censores con la borregada de Morena que levantó la mano porque así lo había pedido Sheinbaum.
Pasadas las 7:00 de la noche del jueves, alcanzó nuevos niveles la conversación contra la ley, cuando se publicó la preocupación de la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos de que afectara la libertad de expresión y violara acuerdos internacionales. Para la medianoche del 24, más de 16 mil personas estaban interactuando en las redes, cuyo volumen se desplomó cuando se fueron a dormir.
El impacto estaba claro. La tolvanera del spot de Noem se disipó rápido ante algo que la mayoría en las redes sintieron como un peligro, que llevó a Sheinbaum a que en la mañanera del 25 le pidiera al Senado frenar la aprobación para revisar el artículo 109, que se refería a las plataformas digitales y que tanta polémica habían causado. La borregada del régimen en la cámara alta frenó su aprobación, aunque enfocándose en ese artículo y no en otros, donde lo mismo que podría censurar plataformas digitales podrán hacer, cuando se apruebe la ley, con noticieros de radio y televisión, y multar a quienes consideren −a su juicio, no mediante normas reglamentadas− que la violaron con el 10 por ciento de su salario anual.
La petición de Sheinbaum fue el único momento donde empató la Presidenta con la conversación positiva. En ninguno otro momento logró cambiar el curso de la conversación la propaganda del régimen. Las dos principales cuentas que se utilizaron, la de Carlos Vijnovsky Zenteno, jefe de Información del periódico oficialista El Soberano, y la de la @catrina-nortena, que controla Ramírez Cuevas, sólo tuvieron el apoyo de las cuentas del régimen.
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Lo que produjo la ley es una batalla abierta por la libertad de expresión y en contra de la censura. Sin embargo, es prácticamente testimonial, como lo es la lucha que se ha dado en los medios, con una abundante reflexión de los expertos sobre la perversidad que entraña el adefesio de la Presidenta. Igualmente testimonial es la oposición, porque no tienen los números para poder frenarla en las cámaras. La única palanca de presión real contra esta ley tendrían que ser Estados Unidos y Canadá, los socios comerciales de México, porque viola los acuerdos de competencia que incorpora el acuerdo norteamericano.
El futuro inmediato mexicano, no necesariamente depende únicamente del exterior. Impedir la consolidación de un poder centralizado y autócrata que nos regrese medio siglo, puede ser frenado internamente si la resistencia en las diferentes trincheras mexicanas eleva los costos políticos a la Presidenta y la hace pensar dos veces si consuma o no este nuevo ataque a la democracia. Es decir, que la protesta que se vio en las redes sociales se sume a la que se está haciendo en la primera línea de carne y hueso.
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