El ataque de Estados Unidos a las centrales nucleares de Irán obliga al mundo a definirse. Cada país lo hará de acuerdo con sus intereses estratégicos y en función de las circunstancias coyunturales que lo impacten. De ahí la posición de la presidenta Claudia Sheinbaum, que se contuvo de condenar a Estados Unidos por bombardear Irán y señaló, de manera general, que la guerra es el mayor fracaso de la humanidad. Sheinbaum no se peleó con Donald Trump; no está en condiciones de hacerlo. Y tampoco se corrió un milímetro hacia Irán, alejándose sutilmente de su mentor Andrés Manuel López Obrador, que sí lo hizo.
No es un quiebre con quien le heredó la Presidencia, pero no se pertrechó en su trinchera. Sheinbaum dijo que su actuación era como la de López Obrador en abril del año pasado, cuando Irán e Israel se enfrascaron en escaramuzas militares, pero no es así. En aquel entonces, el tramposo expresidente jugó con las palabras y veladamente criticó a Estados Unidos. “La guerra es irracional, sinónimo de sufrimiento y muerte”, escribió en X. “No beneficia a nadie, ni siquiera a los magnates y gobernantes belicistas”.
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López Obrador tenía espacio y razones para hacerlo. Por un lado, tenía chantajeados a los presidentes Donald Trump −en su primer término− y Joe Biden, urgidos de bajar el flujo migratorio hacia Estados Unidos. Por el otro, su relación de una década de antigüedad con Irán, había forjado compromisos profundos: el régimen teocrático del ayatolá Alí Jamenei le inyectó dinero a su campaña presidencial de 2006, que aunque fue detectado y documentado por el gobierno mexicano nunca quiso hacerlo público ni usarlo en su contra. Se la perdonaron, como Estados Unidos lo ha hecho, en otras investigaciones, hasta ahora.
Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, agentes iraníes, cubanos y venezolanos operaron junto a él en la Ciudad de México para silenciar a quienes pudieran dar a conocer detalles de los arreglos financieros y políticos que tenían −que pese a tener conocimiento de ello las autoridades peñistas no actuaron−, en una relación que se fue consolidando durante su Presidencia, aunque no hay información sobre que Irán hubiera vuelto a inyectar recursos a las campañas presidenciales en 2012 o 2018.
Lo que sí existe es una investigación de la CIA sobre lavado de dinero en el Caribe ligado al régimen venezolano, que tiene vinculaciones con Morena que llevan a Palacio Nacional en tiempos de López Obrador. El eje de Irán, Cuba y Venezuela con López Obrador estableció un puente aéreo en Toluca durante la pandemia de COVID-19, en donde llegaban operadores a México y la Presidencia los proveía de documentos mexicanos falsos, mientras enviaba medicinas y dinero a Caracas. Con Cuba se arregló el envío de médicos a México, como una forma disfrazada de financiamiento al régimen en La Habana −que Sheinbaum no puede suspender−, y el envío de miles de barriles de petróleo por los cuales no pagan un dólar.
La cara más visible de esta oscura relación fue el caso del Jumbo 747 de la empresa venezolana Emtrasur, que aterrizó en el aeropuerto de Querétaro procedente de Caracas, y que al día siguiente partió a Buenos Aires, donde fue detenido por las autoridades argentinas por sospechas de estar vinculados con el terrorismo, y arrestaron a 14 venezolanos y cinco iraníes. El gobierno de López Obrador, en respuesta a una solicitud de transparencia de Infobae sobre el caso, reservó por cinco años la información.
La alianza con ese eje fue posible por la circunstancia en la que gobernó López Obrador y las necesidades estratégicas de Trump y Biden, que a cambio de militarizar la frontera sur le condonaron todo. La columnista de temas latinoamericanos de The Wall Street Journal, Mary Anastasia O’Grady, escribió en 2020 que desde que López Obrador asumió la Presidencia, Irán se le fue acercando conforme al patrón establecido por el general Qasem Soleimani, responsable de la Fuerza Quds, especializada en guerras asimétricas a través del tráfico de armas, ataques y asesinatos a objetivos enemigos. Soleimani murió ese año en un ataque aéreo ordenado por Trump.
Aquel momento y coyuntura es parte de una historia que está muy lejos, porque Sheinbaum se encuentra en una situación muy diferente. Las condiciones internas en México no eran tan precarias entonces como las que afronta Sheinbaum en todos los ámbitos: en lo económico, lo social y la seguridad, con un mundo que cambia al ritmo de los temperamentos mercuriales del Trump del segundo mandato. De hecho, ninguno de sus antecesores desde la posguerra había enfrentado circunstancias de acotamiento como las que afronta Sheinbaum.
Esos espacios permitieron en el pasado momentos épicos de la política exterior mexicana. Adolfo López Mateos respaldó a Cuba cuando, liderados por Estados Unidos, sus miembros expulsaron a Cuba. Luis Echeverría ignoró una amenaza de Richard Nixon y respaldó el ingreso de China a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). José López Portillo y Miguel de la Madrid se le cruzaron a Ronald Reagan en sus intentos intervencionistas en Centroamérica. Carlos Salinas condenó la invasión de Estados Unidos a Panamá. Y Vicente Fox chocó con George W. Bush cuando votó en la ONU contra la invasión a Irak.
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Todos ellos pudieron asumir posiciones más frontales ante Estados Unidos porque el espacio de maniobra que tuvieron los expresidentes no los tiene ella. Sin embargo, tampoco está caminando en la ruta de la insensatez que recorrió López Obrador, que se alió a los enemigos de Estados Unidos. Ninguno de sus antecesores priistas o panistas perdieron el sentido de la realidad mexicana, ni durante los largos años de la Guerra Fría ni en el mundo que emergió tras la caída del Muro de Berlín.
Sheinbaum está haciendo lo mismo. Entiende cuál es la esfera de influencia en la que se encuentra México y en qué lado de la historia tiene que estar, no porque necesariamente se sienta ideológicamente a gusto, sino porque tiene una responsabilidad con 130 millones de mexicanos que fueron traicionados por el aventurismo desfachatado de López Obrador, sin consecuencias porque el tiempo en el que gobernó no era aún el de las definiciones.
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