Por Amy Odell, The New York Times.
Antes de la boda, Bezos fue fotografiado por los paparazzi en la cubierta de su yate con su prometida, Lauren Sánchez, ambos en trajes de baño, retozando en la espuma como una pareja de universitarios en vacaciones. Mientras tanto, misiles y bombas han estado cayendo a solo unos husos horarios de distancia.
No hace tanto tiempo, los miembros de la alta sociedad estaban obsesionados con intentar salir con discreción de los peligros de la desigualdad de ingresos. El minimalismo y el lujo discreto estaban de moda. Pero tras la segunda elección del presidente Donald Trump, la vida lujosa está a todo volumen. Ha cubierto la Casa Blanca de dorado, convirtiéndola en una guarida rococó al estilo Liberace. La suntuosidad y la ostentación han sustituido a la riqueza discreta. Alardear está de moda. Para las mujeres, eso significa lentejuelas, diamantes, siluetas ajustadas y peinados con mucho volúmen. La estrella de TikTok más reciente, Becca Bloom, ha atraído a millones de seguidores compartiendo con regularidad videos de sus joyas lujosas y sus compras en Hermès. Incluso el vestido bandage vuelve a estar de moda. El negocio de los implantes de senos sigue creciendo y se espera que alcance los 4600 millones de dólares en 2030, en comparación con los casi 3000 millones de 2024.
Para los hombres, significa un aspecto hipermasculino: músculos y pelo peinado hacia atrás; trajes entallados y a la medida y corbatas con nudos Windsor abultados.
Y ahora llegan las nupcias Bezos-Sánchez, la boda de la clase dirigente más notable internacionalmente desde la unión Ambani-Merchant el año pasado en India. Ya ha atraído a manifestantes decididos a hacer de Venecia la ciudad “que no se doblegó ante los oligarcas”. (La pareja tuvo que trasladar su recepción principal a otro lugar para evitar a los activistas que amenazaban con llenar los canales con inflables de cocodrilos). Desde que surgió la noticia de la relación entre Bezos y Sánchez en un escándalo sensacionalista a principios de 2019, Sánchez se ha convertido en blanco de la fascinación pública, y cada uno de sus movimientos es analizado por la prensa amarillista y de chisme. Con tanta atención, se ha convertido en una de las mujeres más visibles del planeta (o fuera de él, según el caso) y, por tanto, en una importante influente de la moda.
Su prometido, quien se ha despojado de su imagen de nerd y de su ropa de oficina holgada para lucir un cuerpo esculpido por entrenadores personales, polos ajustados y lentes de aviador, ya ha sido ungido como un improbable icono de estilo. Al igual que los MAGA bros, que prefieren los trajes tradicionales y las caras bien afeitadas, su estilo atlético enfatiza su poder, no un sentido de la moda de vanguardia.
Sánchez también se viste para resaltar su influencia. Desde hace mucho tiempo prefiere los cinturones vistosos, los vestidos adornados, los tacones de aguja, los escotes y los dobladillos altos y las joyas grandes. Se cree que su anillo de compromiso ronda los 30 quilates y que costó entre 3 y 5 millones de dólares, pero la gargantilla con incrustaciones de diamantes que lució hace poco en una gala en Cannes, con una piedra que parecía del tamaño de un reflector de bicicleta, lo eclipsó fácilmente. No hubo nada discreto en su reciente y ostentosa despedida de soltera en París, a la que asistieron estrellas como Kim Kardashian y Kris Jenner, y que incluyó una visita a la tienda Hermès con ejecutivos de la marca.
El sector del lujo —que se enfrenta a su primera desaceleración en 15 años, según un estudio reciente— tiene interés económico en acoger a Sánchez, quien representa a los adinerados Clientes Muy Importantes, que representan el 2 por ciento de los clientes de lujo y el 40 por ciento de las ventas. “El cliente que impulsa el lujo mundial tiene muy mal gusto en muchos casos, y nadie lo admite realmente”, dijo un inversor en moda anónimo a The Cut para un artículo de 2024 sobre este grupo crucial de compradores. Las VIC siempre están buscando una razón para engalanarse con sus mejores prendas de diseñador, al margen de las normas y sensibilidades sociales, y Sánchez parece encarnar la idea de que si eres lo bastante rico, puedes hacerlo.
Lo que ha fascinado a la opinión pública de Sánchez, como de cualquier otra mujer que personifica una época determinada, es la forma en que se presenta a sí misma. Parece que no teme saltarse las normas de la sastrería: en 2024 asistió a una cena de Estado en la Casa Blanca con un vestido de encaje transparente con corpiño encorsetado, lo que hizo que People se preguntara si el vestido rompía el “protocolo de la Casa Blanca”. Más tarde asistió a la toma de posesión de Trump con lo que parecía lencería asomando por su blazer blanco, lo que hizo que un titular de Vogue señalara que “renuncia a los códigos de estilo de la toma de posesión”. Nunca se ajustó al minimalismo sobredimensionado popularizado en la década de 2010 por la diseñadora Phoebe Philo para Celine, aún venerado por las multitudes de élite que viven en lugares como Manhattan y Montecito, California, y se consideran a sí mismas practicantes del buen gusto.
La trayectoria de Sánchez desde los tabloides hasta las páginas de Vogue, que le dedicó un llamativo reportaje en su número de diciembre de 2023, ha fascinado y repelido a los curiosos, del mismo modo que lo hizo la entrada de Kardashian en la revista — y, por tanto, en el mundo de la moda— cuando aterrizó en su portada por primera vez en abril de 2014, vinculada a su boda con Kanye West. Kardashian había sido una estrella de los tabloides por muchos años, pero hasta ese momento Vogue no la había considerado mucho.
Tras la publicación de la portada, la gente amenazó con cancelar sus suscripciones. Pero era una provocación que merecía la pena, dijo más tarde la editora de Vogue, Anna Wintour. “Me dijeron que era vulgar, que estaba por debajo de nosotros, que dónde íbamos a parar”, recordó. “Intentábamos responder a lo que veíamos: una pareja siendo [una] fuerza innegable en nuestra cultura, y formaban parte de la conversación en aquel momento”. Lo mismo podría decirse ahora de Sánchez y Bezos. Como era de esperar, Vogue ha estado hablando con la pareja sobre una exclusiva.
Sánchez recuerda otro tema improbable de Vogue: Ivana Trump. Wintour le dio una portada en 1990, poco antes de su divorcio de Trump, tras preocuparse, como informé en una biografía de Wintour, de que fuera “demasiado hortera”. En la época en que salió la portada, Ivana Trump fue criticada por “vestirse como un árbol de Navidad”. Las ventas de 750.000 ejemplares en los quioscos justificaron fácilmente la decisión de Wintour.
Por mucho que quienes tienen un gusto más sobrio levanten la nariz ante la burda exhibición de la boda Bezos-Sánchez, está claro que el mal gusto está ganando la partida. Quizá odiar a los oligarcas con estilos ostentosos sea en sí mismo elitista. De todos modos, es poco probable que a alguno de los asistentes a la boda le importe mucho lo que pensamos quienes no fuimos invitados.
Amy Odell es autora del boletín Back Row y de Anna: The Biography, así como de una próxima biografía de Gwyneth Paltrow. c. 2025 The New York Times Company.