Por Patrick Kingsley
Durante años, Israel contuvo sus conflictos con Teherán, Hamás y Hizbulá. El amplio asalto contra Irán pone de manifiesto un cambio de estrategia.
Durante casi dos décadas, Israel evitó la guerra total con sus mayores enemigos.
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Luchó en conflictos contenidos con Hamás, pero finalmente permitió que el grupo conservara el poder en Gaza. Mantuvo una calma incómoda con la milicia libanesa Hizbulá, incluso cuando sus combatientes se atrincheraron en el sur de Líbano. Y a pesar de que planeó un gran asalto contra Irán, limitó sus ataques a operativos clandestinos de menor envergadura.
El asalto masivo y continuado de Israel contra Irán pone de relieve un cambio extraordinario en la doctrina militar israelí después de que Hamás, el aliado palestino de Irán, atacó el país en octubre de 2023. Se trata de un cambio que ha redibujado la dinámica de poder en Medio Oriente, ha desbaratado la alianza regional de Irán y ha consagrado a Israel como la fuerza militar dominante en la región.
Tras haber dado a Hamás años para prepararse para el ataque del 7 de octubre, Israel revirtió su actuación y desencadenó una de las campañas más destructivas de la guerra reciente. Después asesinó a la mayoría de los dirigentes de Hizbulá y diezmó grandes zonas del sur de Líbano. Ahora, en Irán, está llevando a cabo el tipo de ataque amplio y temerario con el que amenazó durante mucho tiempo pero que nunca se atrevió a ejecutar.
“Estamos cambiando la faz de Medio Oriente”, dijo el lunes el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, durante una rueda de prensa. “Y esto podría provocar cambios de gran alcance dentro del propio Irán”, añadió.
Por ahora, esa segunda afirmación sigue sin demostrarse. La campaña militar israelí ha debilitado a Irán, pero aún no ha destruido el programa nuclear del país ni ha derrumbado su gobierno, y puede que aún se quede corta en ambos frentes. La guerra también podría convertirse en un atolladero sin solución ni estrategia de salida ni rampa de evacuación.
El argumento más amplio de Netanyahu es más difícil de contradecir. Hamás ya no es una amenaza para Israel. La influencia de Hizbulá en Líbano —por no hablar del peligro que supone para los israelíes— ha decaído mucho. El gobierno de Siria, pilar de la alianza regional de Irán, fue derrocado el pasado diciembre, en parte porque Hizbulá ya no podía acudir en su ayuda.
Estos cambios tectónicos también hablan de un vasto cambio en la psique y la perspectiva estratégica israelíes desde el ataque de Hamás en octubre de 2023.
Para los críticos de Israel, ese ataque fue la consecuencia inevitable del bloqueo de Gaza, la ocupación de Cisjordania y la incapacidad de resolver el conflicto palestino mediante concesiones diplomáticas. Muchos israelíes han sacado la conclusión contraria: creen que el atentado de octubre —el más mortífero de la historia israelí— se debió a la incapacidad de Israel para derrotar preventiva y decisivamente a sus enemigos.
“En los 20 años anteriores al 7 de octubre, permitimos que las amenazas se desarrollaran más allá de nuestras fronteras, confiando en que nuestra inteligencia nos avisaría previamente de cualquier ataque”, dijo el general Amos Yadlin, quien fue jefe de la inteligencia militar israelí.
“El trauma del 7 de octubre cambió por completo esa mentalidad y nos hizo estar dispuestos a asumir riesgos que no habíamos asumido en el pasado”, dijo Yadlin. “Ya no vamos a esperar a que nos ataquen ni a que nos sorprendan”.
El planteamiento se hace eco de la perspectiva estratégica de Israel en las primeras décadas de su existencia, cuando a menudo actuaba con mayor rapidez y decisión para eliminar las amenazas en sus fronteras, dijo Yadlin. El ejemplo más claro fue en junio de 1967, cuando Israel atacó preventivamente a Egipto después de que el ejército egipcio desplazó soldados hacia la frontera israelí.
“Cuando Egipto concentró soldados en nuestra frontera sur, no esperamos a que nos sorprendieran”, dijo Yadlin. “Ahora estamos reviviendo esa doctrina”.
El nuevo enfoque de Israel es la culminación de meses de reevaluación, durante los cuales la confianza de los militares, aplastada por los fracasos del 7 de octubre, se restableció gradualmente.
Mientras que el trato de Israel hacia Hamás fue inmediatamente iracundo, el país se mostró inicialmente receloso de enfrentarse a Hizbulá e Irán. Netanyahu suspendió un ataque preventivo contra Hizbulá en la primera semana de la guerra de 2023, ante el temor de que Israel tuviera dificultades para mantener una guerra contra la alianza liderada por Irán en varios frentes.
Durante casi un año, Israel libró solo un conflicto fronterizo de baja intensidad con Hizbulá. A pesar del aumento de los enfrentamientos con Teherán en 2024, Israel limitó sus ataques contra Irán para evitar un conflicto total.
El enfoque de Israel empezó a cambiar el pasado septiembre, cuando una secuencia de movimientos inesperados permitió a Israel diezmar a gran parte de los altos dirigentes de Hizbulá.
Ello aumentó la confianza de Israel y llevó a sus dirigentes a ordenar un ataque más decisivo contra el grupo. Las tropas invadieron el sur de Líbano y la fuerza aérea mató al secretario general de Hizbulá, Hasan Nasrallah.
Israel debilitó entonces gravemente los sistemas de defensa aérea iraníes y repelió con éxito andanadas masivas de misiles iraníes, lo que dio a Israel una mayor confianza en sus capacidades ofensivas y defensivas. Más de un año después del 7 de octubre, los dirigentes israelíes llegaron finalmente a la conclusión de que disponían de una oportunidad excepcional para asestar un golpe decisivo contra el programa nuclear iraní.
Aunque la nueva estrategia de Israel ha socavado la influencia regional de Irán, ha hecho poco por resolver el problema más antiguo e intratable de Israel: el conflicto palestino-israelí.
En Gaza, las represalias de Israel han provocado una destrucción y un derramamiento de sangre generalizados, restableciendo una temible sensación de poderío israelí y reduciendo la amenaza de Hamás durante la siguiente generación.
Pero el conflicto no ha proporcionado una trayectoria clara a largo plazo ni para Gaza ni para la cuestión palestina en general. Netanyahu ha ignorado sistemáticamente las oportunidades de poner fin a la guerra, rechazando la idea de dejar a los resquicios de Hamás al mando o permitir que otros grupos palestinos se hagan cargo.
“En lugar de eso, solo nos quedan malas opciones”, dijo Tzipi Livni, exministra de Asuntos Exteriores israelí. “O la ocupación o el caos, en lugar de un proceso diplomático en el que participen actores moderados regionales y palestinos que podría cambiar la realidad sobre el terreno tanto para palestinos como para israelíes”.
Los analistas dijeron que podría surgir una dinámica similar en Irán, si los dirigentes israelíes no definen claramente sus objetivos allí ni establecen una estrategia de salida.
Por ahora, las autoridades israelíes esperan que Estados Unidos se una al ataque y ayude a Israel a destruir las instalaciones de enriquecimiento nuclear de Irán. Si Estados Unidos se mantiene al margen, y si Irán se niega a detener el enriquecimiento por voluntad propia, no está claro que la contundente nueva doctrina de Israel vaya a lograr el tipo de resultados que cambian las reglas del juego y que muchos israelíes desean.
“Uno se pregunta si una actuación militar eficaz va acompañada de una visión política seria”, dijo Nimrod Novik, ex alto funcionario israelí y miembro del Israel Policy Forum, un grupo de investigación de Nueva York. “O, como en Gaza, nos quedamos sin final. El tiempo lo dirá”.
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