“Estoy contigo”. ¿Alguien te lo ha dicho alguna vez? Seguramente sí, y en varias situaciones de la vida. La frase conlleva mucho significado, o solamente dos palabras igual de huecas que tantas otras que decimos de manera automática, sin que signifiquen algo real. “Te quiero mucho.” “Aquí estoy.” Quien puede usar estas frases y poner su corazón detrás de ellas, es una persona que sabe decidir y que sabe establecer vínculos. Evidentemente no es alguien que usa sus palabras de manera ligera, ni dirá este tipo de frase a todos.
¿Qué hace que yo esté dispuesta a estar en las buenas y las malas para una persona, pero para otra no? No sé los demás, pero mi relación con algunas personas es mucho más profunda. Con algunas personas establezco un vínculo y con otras, pues no. Como individuo, yo no establezco este tipo de relación con muchas personas. Son pocas, realmente pocas personas a las que les podría decir “estoy contigo”. Tal vez para algunos de ustedes es más fácil considerar compromisos más fuertes con un mayor número de otros. Hace días escuchaba a una mujer comentar que su marido decía que los amigos se cuentan con los dedos de una mano, pero también he escuchado a quienes llaman a sus compañeros de trabajo y de escuela “amigos”. Diferentes criterios, no hay error. Hay hermanos que no son amigos.
A veces prefiero no estar para nadie, pero…mi trabajo implica la formación de relaciones terapéuticas. No es lo mismo que un vínculo familiar o de amistad, y el compromiso adquirido no es igual. Y sin embargo me comprometo a acompañar a las personas en sus procesos y a estar, dentro de un encuadre preestablecido, durante el tiempo que dure su trabajo conmigo.
También a veces quisiera no necesitar a nadie. Es fácil de fingir eso. Pero, no es real. Todos necesitamos de otros, y aprender a establecer vínculos es un logro grande en la vida de algunos de nosotros. A veces da un poco de pena pensar en necesitar a alguien, o incluso sentir bonito cuando alguien está para nosotros, o cuando nos dicen que nos quieren y que nos admiran, y así. Tal vez hay que aprender a sentir. ¡Qué incómodo! ¿Verdad?