Son cada vez más frecuentes las versiones de que la presidenta Claudia Sheinbaum ha debido echarse a cuestas decisiones en materia de política económica, dejando sentir su contrariedad sobre un equipo económico que no parece estar a la altura de los desafíos que enfrenta el gobierno, los más delicados en décadas.
Reportes cercanos a esta historia aseguran que la Presidenta ha llegado a reclamar, en las reuniones del gabinete económico, la falta de destreza del equipo de Hacienda, aludiendo, entre bromas y veras, a los economistas del periodo neoliberal como más capaces de emprender estrategias a la altura de las circunstancias.
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Frente a la crisis impuesta por el mercurial gobierno de Donald Trump, la doctora Sheinbaum Pardo incluso ha rechazado, con disimulada exasperación, propuestas de su secretario de Economía, Marcelo Ebrard, en favor de tomar represalias contra Washington.
Al centro de esta presión se halla el secretario de Hacienda, Édgar Amador, en quien ha depositado su confianza Luz Elena González, secretaria de Energía y, sin duda alguna, la consejera económica más cercana a Sheinbaum Pardo.
Amador Zamora, de 57 años, no cuenta con el perfil que tradicionalmente exhibieron −con marcadas excepciones− los antiguos secretarios de Hacienda, y no sólo en las gestiones presidenciales entre 1988 y 2018, cuando se desarrollaron políticas inspiradas por las más acreditadas universidades extranjeras.
Su formación y trayectoria lucen frágiles también ante los tres titulares del pasado sexenio: Carlos Urzúa, Arturo Herrera y Rogelio Ramírez de la O. Amador fue subsecretario de Hacienda por apenas cinco meses antes de relevar en el puesto al citado Ramírez de la O, en marzo pasado. Cuenta con una licenciatura por la UNAM y una maestría en Economía por el Colegio de México. Su principal responsabilidad pública en este ámbito fue la Secretaría de Finanzas en la Ciudad de México, bajo la gestión de Miguel Ángel Mancera, al término de la cual encaró cuestionamientos sobre el uso de recursos para la reconstrucción tras el terremoto de 2017.
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No se le atribuye tampoco al titular de Hacienda la principal capacidad exigible para el puesto, en cualquier país del mundo: Poder decir “No” al gobernante en turno, para lo cual debe tener disponible su renuncia todo el tiempo.
Amagos arancelarios, déficit presupuestal, inversión, empleo, debilidad del PIB, quiebra virtual de Pemex… son sólo elementos de la atribulada agenda de política económica del gobierno y, en consecuencia, de Hacienda. Cada uno por sí mismo podría suponer la peor pesadilla para un titular de ese despacho. Pero si Édgar Amador resulta rebasado, el fusible queda conectado a Palacio.
APUNTES
Tras la designación de Neftalí Pérez como cónsul general en San José, California, hay una historia en la que el protagonista es Marath Bolaños, ratificado como secretario del Trabajo, cargo que desempeña desde 2023. Bolaños López arrancó el gobierno de López Obrador, a los 32 años, como secretario particular del entonces canciller Marcelo Ebrard, por recomendación directa de Andy López, el hijo favorito del Presidente.
Bolaños −que tuvo como subordinado a Pérez González− no la pasó bien porque, según testimonios recogidos, cometía torpezas que le atraían frecuentes reclamos de Ebrard. En octubre de 2020, el largo brazo de Andy lo arropó para proyectarlo a una subsecretaría del Trabajo, justo la que manejaba el cuantioso programa de Jóvenes Sembrando el Futuro.
Menos de tres años después, en junio de 2023, relevó como titular a Luisa María Alcalde, enviada a Gobernación. En la misma oportunidad, Bolaños nombró a su amigo Neftalí al frente de ese mismo programa, que sólo este año tiene un presupuesto de 25 mil 205 millones de pesos. No está claro si este cargo de relevancia diplomática se le otorgó a Pérez González por sus destacados servicios a la República o fue para bloquear tentaciones sobre esos dineros por parte de una facción clave del obradorismo.
