Originario de Tapachula, Chiapas, el doctor Eduardo Santibáñez llegó a Torreón en los años setenta con una convicción clara: la salud de una comunidad se defiende antes de que aparezca la enfermedad. Formado en Medicina por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y con una maestría en Epidemiología, se convirtió en pionero de la medicina preventiva en Coahuila, impulsando campañas de vacunación y estrategias de educación que cambiaron el rumbo de la salud pública en el estado. Su trabajo fue decisivo para abatir el sarampión, un logro que marcó un antes y un después en la región.
Por más de cinco décadas, el doctor Eduardo Santibáñez ha demostrado que la mejor medicina es la que evita que el paciente enferme. Desde su llegada al estado coahuilense, el epidemiólogo comprendió claramente que el verdadero reto de la salud pública era educar, vacunar y prevenir, no solo curar. Su nombre quedó ligado para siempre a la historia de la medicina preventiva en el estado.
Una vocación nacida en la infancia
La decisión de dedicarse a la medicina surgió de un recuerdo imborrable. “Cuando era niño vi sufrir a una cerdita preñada que no pudo parir por una fractura. Pensé: cómo quisiera ser médico para ayudarla. Aquello me marcó para siempre”, relata.
Ese impulso lo llevó primero a la carrera de Medicina y, después, a especializarse en Epidemiología. “Regresé a Coahuila en los años setenta y era prácticamente el único epidemiólogo en todo el estado”, recuerda. En aquel entonces, la salud pública tenía escasos recursos y la tuberculosis era el principal objetivo de vigilancia.
En una época en que la mayor parte del presupuesto se destinaba a hospitales y curaciones, Santibáñez levantó la voz por la prevención. “Es más barato y más humano evitar que alguien enferme que tener un hospital lleno de especialistas esperando a los pacientes”, afirma.
Su visión se tradujo en programas de vacunación masiva, detección de enfermedades y educación comunitaria. Campañas de higiene, visitas a escuelas y la promoción de la cartilla de vacunación se volvieron parte de su día a día.
Uno de sus mayores logros fue la erradicación del sarampión en Coahuila, hito que alcanzó tras años de trabajo conjunto con autoridades y brigadas médicas. “Logramos abatirla a cero. Ni un caso. Ese es mi mayor orgullo”, enfatiza. Para él, cada dosis aplicada representaba un niño a salvo de complicaciones graves como neumonía u otitis. “Prefiero que nadie enferme a tener los mejores hospitales llenos de enfermos”, resume con su característico tono firme.
Educación: la primera vacuna
Para el doctor, la prevención comienza en casa. “La medicina preventiva empieza en el hogar. Los padres son los primeros responsables de que sus hijos estén vacunados y de inculcar hábitos de higiene”, explica.
Sin embargo, reconoce los retos: presupuestos limitados, resistencia a las vacunas y falta de programas educativos sólidos. “La gente busca la curación, no la prevención. Convencerla de que se proteja antes de enfermar es el gran desafío”, advierte.
Desde su perspectiva, los programas escolares son vitales, pero insuficientes. “Se piensa que la Secretaría de Educación debe educar con programas preventivos, pero si los padres no asumen su responsabilidad, las campañas no logran su objetivo”.
El trabajo del epidemiólogo
Santibáñez describe su labor como la de un investigador incansable: detectar un caso, rastrear contactos y contener brotes. “No se trata solo del paciente, sino de la familia, los vecinos, toda la comunidad”, señala.
Recuerda episodios que exigieron tenacidad, como el seguimiento de casos de VIH en los años ochenta, cuando aún no había tratamientos eficaces. “Había que investigar quién había infectado a la paciente, examinar al esposo, a posibles contactos. El epidemiólogo cubre todos los frentes para cortar la cadena de transmisión”, explica.
Aunque celebra los avances, insiste en que la medicina preventiva sigue sin recibir el presupuesto que merece. “Cuando empecé solo había un epidemiólogo en todo el estado. Hoy hay más, pero no los suficientes para una población que aún rechaza vacunas y controles básicos”, lamenta.
Legado y mensaje a las nuevas generaciones
Su llamado a los jóvenes profesionales es claro: “No se limiten a curar, eduquen. Hablen con el paciente sobre higiene, alimentación, prevención. La medicina preventiva es la base de una sociedad sana”.
Su visión, cimentada en décadas de servicio, sigue vigente: la salud colectiva comienza con pequeñas acciones diarias y un compromiso compartido entre familias, escuelas e instituciones.
ZigZag
¿Café o té para empezar la jornada?
Café.
Si no fuera médico, ¿qué otra profesión le hubiera gustado ejercer?
Investigador.
¿Cuál es su mejor “remedio casero” favorito?
El limón, porque es antiséptico.