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Dos desfiles, dos cumpleaños. Los comparsas matutinos

Ya en alguna ocasión he comentado mi aversión a celebrar mi cumpleaños. En síntesis: que me incomoda ser el centro de atención (al menos de esa manera). Digo, felicítenme el día que descubra una nueva receta de pollo KFC que no sea letal a la larga, fuera del mérito, como que no le hallo mucho sentido a la “festejancia”.

Esto no significa que yo me menosprecie, que no me valore o me sienta yo indigno de nada. Es sólo que no entiendo por qué alguien (quien sea) arma argüende, fandango y mitote nomás por hacerse un año más viejo.

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Asistí hace poco a la fiesta de cumpleaños de un amigo que contrató sonido, músicos en vivo, comida y otras amenidades. Casi salí corriendo de ahí. En el camino de regreso a casa sólo alcanzaba a preguntarme: “Really? ¿La gente todavía hace eso?”.

Pero no me haga caso. Seguramente es que soy raro.

Hace unos días, el Horrendo Hombre Calabaza, el esperpento naranja, el depravado costal de xenofobia, Donald J. Trump cumplió 79 añitos (así es, el líder de la “maguiza” ya mero es octogenario).

Y tuvo la brillante idea (ese hombre tiene brillantes ideas todos los días a cada rato, cada una mejor que las anteriores) de celebrarlo a la manera de los grandes, ya usted sabe, Stalin, Hitler, Mussolini, Pinochet, Videla, Franco, Gaddafi, Hussein, Idi Amin y los Kim de Corea del Norte (Kim Jong-un, Kim Jong-il y Kim Il-sung), con un desfile militar.

Los desfiles militares son un despliegue de poderío que en la mente de los tiranos representa una metáfora de su virilidad y su valor (algún estudio debe haber al respecto).

Sin embargo, y pese al innegable poder armamentístico de los Estados Unidos, el desfile de cumpleaños del presidente (en realidad era el 250 aniversario del US Army, pero como no queriendo “Taco”, Trump lo hizo coincidir con la fecha en que su madre tuvo la mala idea de arrojarlo a este mundo), pese a todo −decíamos−, el desfile estuvo más bien desangelado.

No lo digo por la natural animadversión que el inquilino de la Casa Blanca me despierta. En realidad las imágenes que circularon fueron las de un evento desairado, con más sabor a cortejo fúnebre que a cumpleaños. Uno de los “clips” que con más frecuencia me topé en redes fue el de una tanqueta que avanzaba por la calle rechinando.

Así es, literalmente se escuchaba el lamento de la maquinaria mal aceitada porque no había clamor popular, barullo jubiloso, un ambiente de celebración que ahogara los penosos gemidos de aquella tanqueta triste.

En su palco de honor, el dos veces presidente, magnate y convicto, observaba sin mucho regocijo, como el niño odioso a cuya fiesta nadie asiste.

Y es que, en efecto, la gente con verdaderas inquietudes políticas por la actual administración se había reunido en otra fiesta, esa sí muy concurrida: la marcha del “No Kings”, una manifestación pública en diversas ciudades de la Unión Americana para expresar su repudio a la dictadura, a la tiranía, a las actitudes autocráticas de su presidente bajo la consigna de que en EU nadie es rey… ¡Excelente!

Y vamos que Trump es un presidente muy amado por el populacho (el “populeichon” que le dicen allá), igualito que nuestros próceres de la Cuarta Transformación, dicho sea sin el menor atisbo de ironía.

No se equivocaba “Mamá Ganso” López Obrador al decir que era el más amado desde Juárez, el más popular desde Madero, el más “bellako” desde Bad Bunny. Por consiguiente, su sucesora es muy amada también. (No vio el besote que le robó una damnificada oaxaqueña? Como que la seño se dio valor diciéndose: “¡Chingue su madre! ¡Es ahora o nunca! ¡Yo también merezco disfrutar lo votado!”.

Esta semana, nuestra Presidenta con P también celebró su cumpleaños y lo hizo igual que el mandatario gringo. Bueno, no igual, igual. No hizo desfilar a los milicos (y es que esos son los verdaderos amos de este País; cuando desfilan, en realidad es para contemplar todo de lo que se han adueñado y escuchar al manso rebaño de civiles que los vitorea).

No, la doctora fue mucho más modesta y en ese espacio televisivo mitad revista matinal, mitad Carabina de Ambrosio, recibió las muestras de aprecio de toda la caterva de comparsas arrastrados que día con día la acompañan en dicha emisión.

Pero si ya de por sí son, por su impúdico servilismo, acreedores del desprecio de cualquiera con la más tímida idea de lo que significa el ejercicio periodístico, se volvieron en esta ocasión doblemente abyectos pues, festejando cual cortesanos a la monarca cumpleañera, le dieron el espaldarazo al régimen más represivo y censurador como no se ha visto desde el PRI del último cuarto del siglo 20.

Esos mal llamados comunicadores le dieron el aval del gremio periodístico a un gobierno que ha censurado, perseguido, acosado y hasta buscado encarcelar a periodistas y medios de comunicación, mientras permanece omiso e indiferente ante el asesinato de auténticos mártires de la información caídos por hacer lo que nadie más se atreve: Contar la realidad de este país.

Más aún, el presente gobierno (una extensión del lopezobradorato) ha amenazado la libre expresión de simples ciudadanos, sin relación con el oficio, simples usuarios de redes sociales que, por criticar o decir lo que les inconforma, han recibido multas y castigos ridículos por parte de autoridades e instituciones, sanciones inconcebibles en cualquier nación que pueda presumirse libre.

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Se han emprendido contra medios, periodistas y cibernautas demandas que corren raudas por los juzgados sin la habitual pachorra que caracteriza a la administración de justicia mexicana. Y se han emitido sentencias para cerrar medios y hasta le han prohibido a particulares el ejercicio del periodismo. No tengo yo noción de ningún país democrático en el que se inhabilite a nadie para ejercer el periodismo… ¡a nadie! Ni al más embustero, mitómano y parcial de los comunicadores se le “retira la licencia” de una profesión que no la requiere porque sencillamente se emparenta con un derecho humano y constitucional. Eso no ocurre bajo las reglas del mundo civilizado, concepto que actualmente está bajo seria amenaza por gobiernos arbitrarios como el que hoy disfrutamos.

Un insecto con micrófono, de esos a los que hemos aludido, tuvo el azul de huevos para preguntar a la Cumpleañera Presidenta primero sobre la polémica felicitación que le dedicó la hoy exprimera dama que nunca fue primera dama (¡Qué manera de “la Zopi” de decirle bruta a doña Clau!). Y luego, en segundo plano, como quien no quiere, como para cumplir, pero relegarlo todo a un plano casi inadvertido, el reporterete cuestionó sobre la más reciente masacre en Irapuato. ¡¡!! ¡Puede creer la escala de prioridades de estos cerebros de chorlito que asisten a diario sólo para que el oficialismo no se vea tan estúpido escupiendo un soliloquio!

No, los convidados a aquel pastel no participaron en el cumpleaños de la gerenta de la Transformación, sino del entierro de lo que de libre expresión nos quedaba. Y para colmo, los muy pinches, lo celebraron. A todos ellos, ojalá que su mamacita les dure muchos años, la van a necesitar de tanto que le estaremos enviando nuestros saludos.

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