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Ciudad protesta: ¿está Saltillo rendido ante la apatía o hay signos de resistencia?

Con frecuencia Saltillo es referido como un lugar apático, dócil, indiferente, manipulable y agachón en cuanto a participación ciudadana, respecto de movilización social, acerca de protestas, a propósito de manifestaciones y en torno a la organización colectiva.

Características todas que se han construido con los años alrededor de la personalidad de este valle: al rededor de sus pobladores, en la voz de los foráneos, en arquetipos regionales, en la conversación digital, hasta en memes.

En busca de construir una mejor ciudad, una comunidad más crítica, una Saltillo más unido, resulta pertinente cuestionar esa fama. Preguntar si tal discurso se propaga más como un prejuicio infundado o está basado en datos factuales.

¿Está Saltillo realmente rendido ante la apatía o solo duerme con un ojo abierto? ¿Sirve de algo tomar las calles cuando el ruido institucional lo ahoga todo? ¿Toda causa merece plaza y megáfono, o hay límites invisibles que deciden qué es digno de protesta? ¿Oponerse a una idea justifica silenciar la de otros? ¿Qué pasaría si la ciudad deja de sentir rabia e indignación?

Para responder a estas preguntas, podemos empezar precisando que desde hace varios años es frecuente ver actividades relacionadas con los feminismos, el aborto, el agua, el medio ambiente y la democracia son causas que se repiten año con año.

Tan es así, que la aglomeración de personas en espacios públicos por manifestaciones es tomada en cuenta como un riesgo antropogénico (peligro generado por actividades humanas, en contraste con los de origen natural) en el Atlas de Riesgos publicado en 2024.

El documento señala que de 2014 a 2024, se dieron 14 “manifestaciones de inconformidad social” identificando incluso en un mapa los “sitios susceptibles de eventos de inconformidad social”.

En ese sentido, el bulevar V. Carranza, la Plaza Nueva Tlaxcala, la Plaza de Armas y la Alameda Zaragoza han cumplido su función como sedes de la inconformidad social.

El pasado jueves 5 de junio un grupo de maestros de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) se manifiestan en la Plaza de Armas de Saltillo frente al palacio de gobierno.

Cada mes de marzo, desde hace casi una década, se organizan manifestaciones por los derechos de las mujeres. En 2025 incluso terminaron con detenciones. El discursos de los gobierno locales se pronuncian, sin embargo, más en torno a la iconoclasia que en torno a los reclamos de justicia y cese a la violencia.

Vanguardia documentó que de 2013 a 2023 se habían perpetuado 167 feminicidios. Al cierre de 2024, la entidad registró 18 casos. Ese año, Saltillo, junto con Torreón y Acuña, se situó entre las 100 ciudades con más asesinatos de este tipo.

Durante octubre del 2020, las calles fueron tomadas por colectivas feministas para exigir justicia por el feminicidio de Alondra Gallegos, asesinada un mes antes en la colonia La Madrid. De esa exigencia además surgió el colectivo que lleva su nombre.

Un caso similar fue el de la exigencia de justicia para Laura Judith, víctima de feminicidio en la prolongación Urdiñola de Saltillo en 2024. En noviembre de ese año, familiares y amigos se hicieron presentes en las instalaciones del Centro de Justicia Penal para pedir justicia por ella.

Desde 2009, la comunidad LGBTTTIQ+ toma las calles en defensa de sus derechos cada junio en el mes del orgullo. Lo que inició con un grupo de 35 personas, ahora son dos marchas que reúnen más de 10 mil conglomerados. Así, V. Carranza y las plazas se llenan de colores, banderas, maquillaje y consignas.

El historial de protestas no se queda solo en años recientes. También hay registros obreros y estudiantiles.

Desde 1858 hay registros de vecinos del pueblo de San Esteban que comunicaron al Presidente Municipal de Saltillo que no participarían en una junta promovida por alguien con quien no estaban conformes.

El 3 de abril de 1974, cerca de 6 mil trabajadores de CINSA-CIFUNSA se fueron a huelga en un hecho que es considerado ejemplo dentro del sindicalismo mexicano.

Entre las exigencias que se lograron, destacan la igualdad salarial para las mujeres obreras y un contrato más digno para los obreros.

“Conseguimos respeto y facilidades para capacitarse y estudiar, y aunque existía en la Ley Federal del Trabajo una cláusula que reza ‘a igual trabajo, igual salario’, esta no se cumplía, por eso exigimos certeza jurídica para las mujeres”, recordó Salvador Alcázar, uno de los líderes de aquel movimiento.

Otras dos manifestaciones claves en torno a la educación se vinculan con la universidad estatal. Primero estuvo el movimiento de 1973 que obtuvo la autonomía universitaria.

Y después la movilización del 84 en donde se exigió la dignificación de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) y que derivó en la rectoría de Armando Fuentes Aguirre.

A estas dos, cabe sentar en la misma mesa las ocurridas en 2023 y 2024 por parte de estudiantes del Tecnológico Nacional de México Campus Saltillo y la UAdeC respectivamente.

Los Burros Pardos mostraron su indignación luego de que autoridades locales utilizaron su campus para la ingesta de bebidas alcohólicas durante el concierto de Grupo Frontera que se realizó en el cruce de V. Carranza y avenida Universidad.

Los estudiantes se plantaron frente a su edificio del 18 al 27 de septiembre del 2023 para pedir la renuncia del director además de mejoras en sus instalaciones.

Un año después, los lobos acusaron de injerencia del gobierno estatal en la elección de Octavio Pimentel como rector de la UAdeC. Por ello también se plantaron durante días en el V. Carranza.

Los derechos humanos no están fuera de la conversación. A finales del 2009, se fundó el colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec) por personas que comenzaron a denunciar la desaparición de sus familiares. La primeras manifestaciones públicas sumaban un puñado de mujeres buscando a sus hijos respaldadas por la Diócesis de Saltillo.

Y aunque al inicio la ciudad las miraba con miedo e indiferencia, poco a poco se solidarizó con este reclamo de paz y justicia. Dos aspectos que, con casi 16 años de alzar la voz, no ha llegado para todas las familias. Diana Iris García, por ejemplo, una de las fundadoras de este colectivo, lleva 18 años buscando a su hijo Daniel Cantú Iris.

El martes 6 de junio del 2017, se vivió una de las protestas con mayor convocatoria de los años recientes en Saltillo, cuando decenas de miles de personas manifestaron su inconformidad ante los resultados de las elecciones a la gubernatura que terminó asumiendo Miguel Riquelme Solís.

Además de la inusual convocatoria de personas, aquella marcha estuvo marcada por estar encabezada por el resto de los candidatos a la titularidad del ejecutivo estatal en esa contienda: Guillermo Anaya, Armando Guadiana Tijerina, Javier Guerrero, Luis Horacio Salinas y José Ángel Pérez.

Hasta el entonces alcalde de Saltillo, Isidro López Villarreal, se unió a la marcha en solidaridad con Anaya, compañero de partido y quien se acercó más a Riquelme en los comicios, cuando el PAN y el PRI aún eran rivales.

En 2019, cerca de 300 personas también tomaron V. Carranza para manifestarse en favor “de la vida y la familia” tradicional, es decir en contra del aborto y de las familias homoparentales.

En 2021, grupos religiosos se organizaron para manifestarse contra el aborto.

SUMA A CONVOCATORIAS NACIONALES

Saltillo tampoco ha sido ajeno a las indignaciones ni exigencias de mella a nivel nacional.

Miles de simpatizantes del PRI, encabezados por Rubén Moreira –en ese momento diputado federal–, se manifestaron en 2010 para exigir al entonces presidente de la República, Felipe Calderón, cambiase su política económica para evitar los ‘gasolinazos’.

Los priístas organizaron un ‘cacerolazo’ al grito de “Felipe, escucha, el pueblo está en la lucha”.

En contraparte, en 2012, el colectivo Indignados Coahuila salió a manifestarse, junto con colectivos de múltiples ciudades mexicanas, contra la candidatura de Enrique Peña Nieto a la presidencia de la República.

Durante la gira del priista en la ciudad, tanto el evento privado como el público terminaron en altercados públicos.

El 23 de octubre del 2014, ya con Peña Nieto como presidente, cerca de 300 personas pidieron justicia por los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Iguala, caso ocurrido cerca de un mes antes de la protesta a nivel nacional. Las marchas en protesta por este caso se han repetido en septiembre.

Apenas el pasado domingo 1 de junio, un grupo de personas se hizo presente en la Plaza de Armas para manifestarse en contra de la elección del Poder Judicial por la vía del voto popular.

TOMAR LAS CALLES, PRÁCTICA COMÚN

Más allá de todos estos casos, que saltan entre meses y años, ¿qué tan frecuente son las manifestaciones hoy en día? En una ciudad que supera el millón de habitantes, que está dejando atrás la nostalgia de una ciudad pequeña, para enfrentarse a los retos del crecimiento y la modernización, no es tan fácil dar una respuesta.

A mediados del 2022, esta casa editorial registró 14 manifestaciones durante los primeros seis meses. Tal vez ayude a dimensionarlo mejor considerando que fueron 14 manifestaciones en 26 semanas.

La hipótesis más reciente del cuerpo de reporteros, basado en las cobertura diaria, es que para 2025 ya hay al menos una cada semana.

Ya sean artistas artistas exigiendo mayor relevancia en espacios culturales y una mejor distribución del presupuesto; o familias clamando justicia para sus seres cercano atropellados por el transporte público o particulares; taxistas plantados frente a aseguradoras para exigir el pago de daños vehiculares.

Incluso vecinos salieron a abrazar el árbol de la calle Sauce en la colonia Jardín para preservarlo de su extinción en una jungla de asfalto.

Los habitantes cercanos al corredor industrial del bulevar Vito Alessio Robles, se han organizado en denuncias colectivas desde años por el polvo negro que se acumula en patios, muebles y cornisas.

Los taxistas han sido protagonistas de múltiples cierres de calles acusando detenciones y retención de vehículos, además de la regularización de los llamados autos chocolate.

Durante 2023, personal de tres hospitales de distintas instituciones de salud en la ciudad manifestaron inconformidad con sus dirigentes e incluso anunciaron trabajar bajo protesta.

EL AGUA, LA EXIGENCIA DEL PRESENTE

Este es el origen de este artículo. Saltillo tiene una convocatoria abierta más a salir a las calles para este lunes 9 de junio, luego del anuncio de la instalación de un Centro de Distribución de la empresa ARCA Continental al oriente de la ciudad.

Aunque la compañía declaró que no realizará extracciones de agua y su impacto ambiental será mínimo, la protesta no se canceló ni perdió fuerza.

“Mientras nuestras familias viven sin agua en sus casas, la planta embotelladora de Coca-Cola (Arca Continental) extrae más de 518 millones de litros del subsuelo cada año. Esto ocurre en un acuífero sobreexplotado, y con la aprobación de autoridades que NO nos consultaron.

“¡BASTA! Exigimos justicia hídrica y el respeto a nuestro derecho al agua”, se comparte en Facebook.

Lo cierto es que, de manifestarse, no será la primera vez en el año que la ciudadanía salga en exigencia de la garantía del derecho al agua.

En febrero, habitantes de colonias como La Herradura y aledañas al bulevar Otilio González tomaron dicha vialidad para pedir solución a problemáticas de abasto. Este mes de mayo, vecinos de La Valencia acudieron a las calles para exigir lo mismo.

Habitantes de Arteaga se han sumado a marchas en ese municipio para expresar rechazo a una posible alianza del Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento (SIMAS) con Aguas de Saltillo (Agsal).

Maestros, productores del campo, migrantes, vecinos, obreros con temas como pensiones, acceso a la salud, calidad en los servicios, pago de deudas, tráfico vehicular, transporte público y acceso a derechos.

La lista de temas y sectores de la población que manifiestan inconformidad social con relativa recurrencia parece, incluso, incontable. El discurso y la fama de una sociedad maleable y pasiva, apática, parece cada vez más frágil.

¿No será que el problema es la memoria y no la indignación?

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