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miércoles, octubre 22, 2025
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Cárcel para el expresidente francés, ¿y en México cuándo?

El improvisado trance de erotismo se llevó a cabo en el asiento trasero del automóvil de él, en el remoto y solitario sitio conocido como el Ensalivadero. Al término de las acciones le informó ella: “Se me pasó decirte que soy sexoservidora. Págame mil pesos”. Mohíno, él hizo el pago. Pidió ella: “Ahora llévame de regreso a la ciudad”. Respondió él: “Se me pasó decirte que soy taxista. Si no quieres que te deje aquí, mi tarifa por ese viaje son mil 200 pesos”… La señorita Himenia, célibe de 31 años cumplidos varias veces, se presentó en el cuartel militar y le preguntó al oficial de guardia: “¿Es cierto que el Ejército forja hombres?”. “Así es” –respondió el mílite–. Inquirió Himenia: “¿Podrían forjar uno para mí?”… Capronio es un sujeto de talante ruin, sin conciencia de las buenas maneras y la civilidad. Su suegra leía el periódico y comentó: “Parece que cada día hay más choques de vehículos”. “Es cierto” –confirmó Capronio–. Y añadió luego con fingida solicitud: “Suegrita: ¿ya aseguró su escoba?”… Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, invitó a Susiflor, hermosa chica, a pasar con él un rato ameno en el Motel Kamawa. Ella declinó la salaz invitación: “No soy partidaria del sexo prematrimonial”. Replicó Pitongo: “¿Y quién habló de matrimonio?”… Bustolina Grandchichier, joven mujer dueña de munífico tetamen, fue a hacerse examinar por un cardiólogo. El facultativo le pidió a su enfermera: “Tráigame otro estetoscopio, Florencina. En este caso uno sólo no es suficiente”… El padre Arsilio, párroco del pueblo, conocía de sobra a Sabanilia, feligresa suya. Así, se percató de que en el confesonario no había hecho mención de sus culpas contra el sexto mandamiento. Le preguntó, severo: “¿Le has sido fiel a tu marido?”. Respondió la mujer: “Bastantes veces, padrecito”… Doña Panoplia de Altopedo, trepada siempre en su árbol genealógico, hizo una reflexión ante las amigas con quienes dos veces por semana solía jugar al bridge. Les dijo: “Entiendo que el Cielo es un lugar muy agradable, pero no me gustaría ir ahí. Seguramente la buena sociedad está allá abajo”… Mis cuatro lectores no me lo van a creer: cuando mis padres se casaron él tenía 39 años de edad y ella 33. ¿A qué se debió su tardío matrimonio, precedido por un noviazgo que duró 15 años? Mi papá era el mayor de cinco hermanos varones. Cuando su padre enfermó de gravedad le prometió en el lecho de agonía ver por ellos hasta que todos pudieran valerse por sí mismos. El día en que el menor terminó su carrera de abogado, esa misma noche mi padre fue a pedir la mano de su novia. Se casaron, y no perdieron ya más tiempo: exactamente a los 9 meses de la boda, 270 días numerados uno a uno en el calendario, nació mi hermano mayor. “¡Qué bruta! –le decía mi abuela Liberata a su hija–. ¡Apenas libraste la honra!”. Contaba mi mamá que a lo largo de su larguísimo noviazgo le salieron varios pretendientes, pero mi padre –parecido a John Garfield, el fortachón actor de cine– se los alejaba con argumentos de mucha contundencia. Otra historia recuerdo, semejante, la de esta amiga mía de corazón bohemio. Sin haberse casado pasaba ya de 25 años en la época en que las jóvenes contraían matrimonio a los 18 o 19. Iba a las bodas, y una tía le preguntaba machaconamente en tono intencionado: “¿Y tú cuándo, sobrinita?”. Se quitó la monserga cuando en un velorio le preguntó en igual tonito a su molesta tía: “¿Y tú cuándo, tiita?”. Pues bien: en Francia un expresidente fue a la cárcel acusado de corrupción, tráfico de influencias, financiamiento ilegal de su campaña electoral y asociación delictuosa. Y tú, México, ¿cuándo?… FIN.

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