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miércoles, julio 23, 2025
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Adán Augusto se amacizó

Don Baldomero Garza fue un excelentísimo nuevoleonés lleno de buenas cualidades. Amable, gentil, amigo de sus amigos, hombre de familia, dejó de sí memoria inolvidable por su inmensa calidad humana. Gran taurino, tuvo una ganadería de reses bravas. A ella acudí en cierta ocasión a fin de participar en una tienta de novillos junto a ese extraordinario diestro, orgullo de Guadalupe, de Nuevo León y de México, que es Eloy Cavazos. Con él compartí el ruedo, y vi al día siguiente el travieso titular de la crónica que Gerardo Valdés escribió para el periódico El Norte: “Eloy Cavazos alterna con Catón”. Terminada la tienta se sirvió un banquete campirano más suculento que el de las bodas de Camacho. Ahí nos narró Baldomero el caso de don Juan Peruno. Originario y vecino de un pequeño lugar de Nuevo León, se emborrachó cierto día en la cantina del pueblo. Tenía mal vino este don Juan, y comenzó a insultar sin qué ni para qué a un muchacho que ahí bebía su cerveza sin meterse con nadie. Belicoso, pugnaz, agresivo, llenó al joven de injurias. Hasta le mentó la madre. El ofendido no respondió a los agravios: don Juan era ya señor muy grande; podía ser su padre, y aun su abuelo. Lo que hizo fue pagar su cuenta y retirarse. Al día siguiente sucedió algo que el mismo don Juan contaba: “Iba yo por la calle principal del pueblo cuando veo venir en dirección contraria a aquel muchacho. Ni pa’ ‘ónde hacerme. Ni siquiera alcancé a cruzarme a l’otra acera. Cuando me topé con él me saludó, y luego me dijo muy serio: ‘Ayer me insultó usted en la cantina’”. El que oía el relato de don Juan exclamó consternado: “¡Qué barbaridad! Y tú ¿qué hiciste?”. Respondió él: “Me agarré del no me acuerdo, y ahí me amacicé”… El anterior relato viene a cuento para decir que un político, ante una acusación probada hecha a un inferior suyo, suele aducir siempre que no se dio cuenta de lo que éste hacía. Quien eso dice o es cómplice o –peor aún– es pendejo. De otra sopa no hay. No sé por qué esto me hace pensar en la explicación que dio Adán Augusto López acerca del trato que tuvo con su cercanísimo colaborador y amigo Hernán Bermúdez, secretario de Seguridad suyo cuando fue gobernador de Tabasco. Ahora el tal Bermúdez anda prófugo de la justicia, pues pesa sobre él la acusación de haber sido, mientras desempeñaba el cargo, jefe de una banda criminal que asoló a los tabasqueños. López, ahora senador de la República, declaró que nunca se enteró de eso, ni cuando fue gobernador ni cuando fue secretario de Gobernación. En esa declaración se amacizó, y ahí sigue amacizado, muestra visible del cochinero que es y ha sido siempre la nefasta y nociva 4T. En fin, aceleradamente seguimos por el rumbo que nos lleva al fin… María Candelaria, la flor más bella del ejido, era una linda zagala ingenua y cándida. Relató su encuentro con un hombre fuereño: “Me siguió por el camino. Pensaría que yo era otra. Me acostó a la orilla y me hizo el amor. Pensaría que yo era su esposa. Al terminar me dio dinero. Pensaría que me debía”… La abuela le dijo a su nieta mayor: “Veo que usas vestidos muy entallados. Eso es malo para la circulación”. “Al contrario, abue –replicó la chica–. Mientras más entallada llevo la ropa más circulo”… Una trabajadora social habló con doña Fecundina: “Leí en su expediente que es usted madre de 12 hijos”. “Sí –confirmó la prolífica señora–. Dos con mi primer marido, dos con el segundo, y los demás por mi cuenta”… El consejero familiar declaró en su conferencia: “Para ser felices en el matrimonio hay convivir con la esposa”. Desde el fondo surgió una pregunta: “¿Con la de quién?”… FIN.

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