
Viajar no sólo nos lleva a otros lugares: también nos acerca a las personas que los habitan y al modo en que cuidan lo que aman. Hace un año, un par de días más o menos, fui invitado a casa de una extesista que vive con su esposo y sus perros a las afueras de Medellín. Una cabaña preciosa, rodeada de verde por todos lados. Viajar tiene muchos encantos, pero uno de los mayores es la oportunidad de conocer a personas como Ruth Damaris, con quien había trabajado en su tesis de Maestría sin haberla conocido en persona. Encontrarme con ella y con su esposo Andrés fue un privilegio: ambos son de esa clase de gente que irradia sencillez y hospitalidad, que hacen sentir al visitante como si lo esperaran desde siempre.



