Nada podría ilustrar mejor el trimestre dickensiano en el arranque del sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum que la primera quincena de diciembre. Luz en el mundo y sombras en casa. Enorme poder que observan desde afuera y una gran debilidad que se siente adentro. Sheinbaum, elogiada y reconocida en el mundo, pero acotada y atrapada en la vorágine de la borrachera del nuevo régimen, donde ella no es la protagonista ni la cabeza de su nacimiento, sino actora de reparto porque ni siquiera en el ramo de las múltiples cabezas que están marcando el rumbo y los tiempos de la nueva era, ocupa un asiento delantero.
Claudia: Atrapada sin salida entra las cadenas obradoristas
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