Monclova y su aniversario 335
Lucas Martínez Sánchez
La ciudad de Monclova ha experimentado como pocas áreas de Coahuila una acelerada y en ocasiones violenta transformación de su entorno. Mientras el sureste transitó largo periodo en un tiempo tranquilo y su desarrollo fue escalonado, la laguna como emporio al nacer el siglo XX fue llevado también con cierto orden en su sistema de haciendas algodoneras. En contraparte Monclova tuvo sus peculiaridades, apacible población a la vera de un río y con su enorme manchón de nogales, no imaginó lo que le ocurriría apenas despuntando la década de 1940.
Escenario de cuanto acontecimiento histórico sucedió a lo largo de las décadas, lo mismo vio ir y venir gobernadores militares de origen peninsular durante los siglos XVII y XVIII, el transitar de misioneros y el apenas incipiente comercio hacia Texas y del golfo de México que permitió a sus escasos habitantes conocer novedades que llegaban por comercio o contrabando de los límites con la Luisiana.
Como capital de la provincia de San Francisco de Coahuila cuya administración arrancó a duras penas en 1687, la forma tangible de aquellos gobiernos fue el presidio de Monclova y la casa o palacio del gobernador, de los cuales ni rastro quedó. La independencia con el paso de Hidalgo brevemente por entonces villa capital, fue un recuerdo que mereció toda una construcción del relato histórico en lo posterior, pues los revoltosos llegados de tierra lejana, apenas unos años después eran los padres de la patria.
Al momento de emanciparse el territorio de México de la corona española el verano de 1821, la noticia llegó con días de tardanza y el carácter pusilánime de su jefe político en turno el teniente coronel Antonio Elosúa, esperando siempre ordenes de arriba, no tuvo más que obedecer al brigadier Joaquín de Arredondo y jurar la libertad que creó la nación.
Ahora mismo que estamos a la víspera del bicentenario de la creación en 1824 del estado de Coahuila y Texas, aquello fue otro de los episodios por los que pasó la ciudad, depositaria de la autoridad provincial, recibió en la primavera de 1824 una larga carta del doctor Miguel Ramos Arizpe pidiendo a los de Monclova, o convenciéndolos, del traslado estratégico de la capital a Saltillo, la aceptación fue a regañadientes, pero se consumó, de ahí que cuando se dice a Monclova como capital coahuiltexana, esto fue apenas un par de años y meses.
El largo periodo del siglo XIX fue agitado para un sociedad de no muchos habitantes como lo era Monclova, disputada por una docena de propietarios divididos por cierto en dos bandos políticos Los Pelones y Los Chipinqueños, asunto que en palabras de Melquiades Ballesteros terminó hacia 1872, no porque hicieran las paces sino porque todo el clan de un grupo se retiró en cierto modo de la vida política.
El largo porfiriato trajo el ferrocarril en 1884 lo que cambio diametralmente las relaciones sociales, hubo mayor y más amplio comercio y una incipiente pero constate migración del altiplano potosino y de otros lugares, que fueron asentándose como mano de obra en casi todos los ranchos de la región central de Coahuila.
Las revoluciones tanto maderita como carrancista, fuera de la amplia retorica que de ellas se ha hecho, por ser Monclova punto estratégico de aquellas guerras, a unos entusiasmó, a otros perjudicó y una mayoría silenciosa fue indiferente. Después de 1920 todo volvió a cierta normalidad en aquella pequeña y asoleada ciudad de casonas de adobe y frondosos nogales.
Acomodado el tablero político por la llegada del general Benecio López Padilla a la gubernatura, por impulso del presidente Ávila Camacho, la inclusión del joven abogado originario de Monclova Francisco López Serrano, hermano del gobernador, como su secretario de gobierno, fue clave para que entre 1940 y 1941 Altos Hornos de México se instalara en las goteras al sur de la ciudad, lo que vino después es historia conocida, aun tiene muchos testigos y con el tiempo y la distancia se escribirá la historia de Monclova en la segunda mitad del siglo XX y su crisis en el cuarto de siglo del XXI.
Alguna vez me comentó el acucioso investigador Juan Blackaller Granada, palabras más, palabras menos, como la ciudad fue de algo así como siete mil habitantes a 50 mil al despuntar la década de1950, una transformación de golpe como ninguna otra región de Coahuila la había tenido. A ello siguieron largas décadas de líderes y vida sindical, la indispensable presencia del ingeniero Harold R. Pape y de su compacto núcleo de hombres de empresa que transformaron la ciudad y su entorno; comerciantes locales que pasaron de comercios medianos o grandes a verdaderas empresas, una clase política tradicional que aprendió a convivir con los sindicatos y los empresarios emergentes de la industria metal mecánica y otros rubros. Por citar un ejemplo la élite local que todavía a finales d elos treinta se aglutinaba tradicionalmente en la logia masónica y en la mutualista Ildefonso Fuentes, pasó en esa metamorfosis de transformación industrial a ser parte del casino y de nuevos círculos sociales, en suma Monclova fue todo transformación, continuada incluso cuando la empresa local acerera pasó a manos privadas a finales de la década de los ochentas.
Laboratorio en cierta medida de la alternancia política desde 1978, la sociedad ha experimentado la normalidad democrática de cada momento, prueba de ello es el año que vivimos, cuando un joven y dinámico monclovense Carlos Villarreal Pérez escribió junto a una comunidad en crisis la más alta e histórica votación en la etapa contemporánea de la ciudad y del municipio, frente a ello los retos son enormes, pero es sin duda el paso y entrada de una nueva generación, así creo lo debemos observar. Bien por Monclova, se lo merece y vaya la felicitación de estas letras en este 335 aniversario de su última y definitiva fundación que cuenta tres siglos de historia, en la que hombres y mujeres han jugado con talento y querencia a la tierra el papel que les ha dado la identidad de monclovenses.