Antonio Guerrero Aguilar/
La rebeldía de los “farmers”, los tratos de compra-venta, un poco ventajosos para unos y no tanto para México como para Coahuila, la esclavitud y la intromisión de los Estados Unidos, fue conocida como el “problema de Texas” o la cuestión texana. En 1833 cambió el sistema federal a uno centralista, en donde prevalece la figura de Antonio López de Santa Anna en esta segunda etapa del llamado “México Independiente”.
El general Miguel Barragán recibió la presidencia de la república el 28 de enero de 1835 y ejerció hasta el 27 de febrero de 1836 tras su muerte. Durante su administración ocurrió la campaña de Texas por parte del ejército mexicano encabezado por Santa Anna. Como se advierte, casi no se habla en el ámbito regional las implicaciones de todo el asunto de Texas. A la distancia lo vemos desde la capital de la república como de una trama de carácter internacional, porque además de los Estados Unidos, intervino Inglaterra, como Francia y hasta la Santa Sede. Pero hay aspectos que se pueden ver incluso desde nuestro solar tanto a la distancia temporal como geográfica.
Pero en todo esto, están presentes los siguientes propósitos: los colonos angloamericanos se rebelaron contra México, debido al establecimiento de presidios y guarniciones militares en Texas, la prohibición de enajenar terrenos, porque los colonos aprovechaban para vender sin control alguno, la revolución centralista que derrocó a Bustamante y el cambio de la Constitución de 1824.
Hace 190 años, Texas contaba con 21 mil habitantes, sostenidos visiblemente por los intereses que operaban desde Washington. Para don Vito Alessio Robles, era obvio que para nuestros vecinos del norte, la grandeza del territorio, sus riquezas naturales y la oportunidad para la actividad comercial y la especulación en la adquisición, compra y venta de las tierras, era una empresa que bien podía darles muchos beneficios.
En cambio para don Luis G. Zorrilla, México estaba dividido e inmerso en pugnas liberales versus conservadoras, unos a favor del federalismo otros en favor del centralismo, unos partidarios de la masonería escocesa y otros de la yorkina, por lo que el país recibió con apatía la noticia. Es innegable la participación de Lorenzo de Zavala, el general José Antonio Mejía y Valentín Gómez Farías quienes apoyaron a los texanos para fulminar a Santa Anna. Los masones yorkinos vieron en el proceso separatista, una forma de venganza contra los masones escoceses.
En octubre de 1835, iniciaron las hostilidades en Béjar, donde había tiroteos y escaramuzas entre los mexicanos y los texanos de origen angloamericano. En consecuencia, el general Martín Perfecto de Cos escribió a Austin el 5 de octubre de 1835 una misiva: “desgraciadamante todo ha empeorado y hoy por una fatalidad, está Texas amenazada de retrógradas notablemente a causa de las pretensiones injustas y ridículas de algunos hombres”. Austin ya había tenido entrevistas con Martínez Pizarro, cónsul mexicano en Nueva Orleans en las cuales le explicó las desavenencias de Texas con el gobierno mexicano.

Cos invitó a Austin a parlamentar en Béjar, con la finalidad de “evitar las desgracias de un pueblo digno de mejor suerte”. (sic) Pero Austin no se dignó a responder, por lo que Cos le hizo saber: “no me deja duda de que está a la cabeza de los amotinados”. No obstante, le pidió que dejaran esa actitud hostil e invitó a la gente que lo acompañaba, a que devuelvan a los militares mexicanos que tienen presos. Añade Cos: “tenía la mejor disposición para arreglarlo todo de manera que no se resintiera en estas poblaciones los efectos de una guerra desastrosa, pero no es culpa mía que sean presumidos y que no conoscan (sic) que van a estrellarse con una nación entera, tan orgullosa que no sabe recibir la ley de personas extrañas”.
El 19 de septiembre de 1835, el periódico “El Independiente” de Nueva Orleans defendió la postura de los colonos angloamericanos. Para la redacción, el pueblo de México asiló a un grupo de extranjeros en sus provincias. Ellos se levantaron y solicitaron su independencia porque el gobierno cambió su forma de administración. Justificaba su actuar, porque eran libres y necesitaban gobernarse según su beneplácito. Abiertamente convocaron al pueblo de los Estados Unidos para que ayudaran a los texanos en su lucha por la libertad.
Fue una pugna que trascendió a las letras, la historia como al periodismo. La redacción de la Gazeta Constitucional de Nuevo León, consideró de imparcial e inexactas las ideas de los editores de Nueva Orleans, quienes alentaban a las poblaciones norteamericanas para que ayudaran a los rebeldes texanos que nadie perseguía ni oprimía. Desde Monterrey, criticaron a un puñado de extranjeros que se enriquecieron a costa de México, para luego ponerse en guerra para conseguir su independencia, la cual era considerada una ingratitud. Negaban totalmente que los texanos defendieran la Constitución de 1824, sino que la causa principal era “dar al traste a la nación”. (sic)

San Antonio se convirtió en el escenario, donde decían: “la sangre de los combatientes ya corría en Béjar y las tropas mexicanas -por lo pronto- corrían con mejor suerte, lo cual dio confianza al general Martín Perfecto de Cos, para solicitó más elementos para poner en orden a los colonos sublevados “por la porfidia de una extranjeros desagradecidos” (sic). Pero desde la Ciudad de México se hicieron los “desatendidos”: poco apoyo y ayuda, a la escasez de armas y comida y de muchos heridos, se sabía que el sitio de Béjar era ya insostenible el 29 de noviembre de 1835. De nueva cuenta, la solidaridad se hizo patente desde Nuevo León como de Tamaulipas: los pueblos de la frontera mandaron cargas de maíz, caballos, tortillas, reses, galletas de maíz y biscochos. El 20 de diciembre de 1835, Francisco Vital Fernández de Tamaulipas, demandó la asistencia del ejército nacional para fortalecer la presencia mexicana en la región pues: “el honor nacional se encuentra altamente comprometido en sostener con gloria la injusta guerra declarada por los extranjeros de Tejas”.
Entonces el movimiento adquirió carácter nacional y patriótico, cuando el mismo presidente Antonio López de Santa Anna decidió marchar con una fuerza considerable para pacificar la región en conflicto. El 21 de diciembre de 1835 desde su Cuartel General en San Luis Potosí, convocó a todas las rancherías, pueblos y ciudades por las que pasaría con sus tropas, que cooperaran para “salvar la nación y las propiedades de los mexicanos”. (sic) La ruta que siguió su alteza serenísima, fue por Agua Nueva, Saltillo, Santa María, Mesillas, Anhelo, Monclova, Santa Rosa y los pueblos del distrito del Río Grande, para llegar hasta San Antonio, en donde comenzó el sitio del Álamo.
Cordialmente
Alios vidi ventos aliasque procellas