¿Les platico? ¡Arre!
…Y como encores, “Stand By Me” y el “Huapango” de Moncayo, dos himnos atemporales que tocan las fibras de millones y millones de personas…
Pero vámonos por partes, como decía el cirujano Jack The Ripper:
Orquesta de las Américas o YOA, Youth Orchestra of the Americas:
A diez años de su fundación, sigue formada por jóvenes de entre 18 y 35 años, provenientes de los 35 países que conforman el continente americano.
El grupo que tuvo a su cargo el concierto de anoche quedó integrado hace apenas seis días.
Su director es “cualquier cosita” mayor que sus músicos: Carlos Miguel Prieto, quien recientemente recibió la Medalla Bellas Artes como reconocimiento a su trayectoria de 15 años al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional.
Talentoso y carismático por todos sus poros, es producto de la formación que ha recibido con maestros de la talla de Jorge Mester, Enrique Diemecke, Charles Bruck y Michael Jinbo.
Además, graduado por las Universidades de Princeton y Harvard.
Desde su fundación, la YOA se ha presentado en las más prestigiosas salas de América y Europa.
Más de 8 millones de espectadores la han visto y oído en vivo o a través de transmisiones de radio y televisión, o de sus grabaciones.
El número de músicos profesionales en el mundo es cada vez mayor, por lo que lograr sobresalir en una orquesta de este nivel se vuelve muy difícil.
Por eso, para un joven intérprete son pocas las oportunidades de formar parte de una orquesta sinfónica altamente estable como esta.
Hay que esperar por el retiro de alguno de sus miembros y luego pasar por un complejo proceso de audiciones y selección.
De ahí la trascendencia de ver en acción a esta orquesta, que como dice el título de mi artículo, es de puros solistas.
Apóstoles de excelencia
”La YOA tiene como misión, formar a líderes artísticos, sociales y políticos a través de la música, para que se vuelvan apóstoles efectivos de la excelencia, y que, de esta manera, sirvan como catalizadores de cambios sociales.”
Así define Hilda Ochoa, creadora y presidenta de la junta directiva de la orquesta, su principal objetivo.
“Se busca llevar a América Latina ese modelo que potencia las oportunidades y la excelencia con que se trabaja en Estados Unidos y Europa, pero a la vez queremos mostrar el excepcional talento musical que existe en la región.”
El momento estelar para la orquesta es la temporada anual, durante julio y agosto, cuando se realiza una gira de conciertos.
Éstos tienen lugar en un país diferente cada vez, oportunidad en la que músicos, profesores, directores y artistas invitados se reúnen en una residencia de dos semanas para dar y recibir clases magistrales, instrucciones particulares y ensayos especiales con la finalidad de preparar el repertorio de la gira de un mes.
YOA tiene renombre mundial. Ha tocado para el presidente de México; en la Casa Blanca; en la Embajada de nuestro país en Washington, consulado de Canadá y de otros países.
Más de 30,000 personas la han visto en esos foros.
Su concierto de este viernes 20 fue auspiciado por la Superior (antes ESMD), cuya presidenta del patronato es Bárbara Herrera de Garza y que dirige Diana Farías Ortegón.
Todo en coordinación con CONARTE, que tiene a Ricardo Marcos como secretario técnico, y con la secretaría de Cultura de NL, a cargo de Melissa Segura.
Programa:
La segunda pieza fue una obra de Kris Bowers: “Para un Yo más joven”, (“For A Younger Self”).
Charles Yang inspiró esta pieza e incluso fueron solistas de esta noche, él y su violín.
Entre los apuntes que encontré de Bowers al respecto hay uno muy significativo:
”Me preguntaba si había una manera de seguir el formato de ´El viaje del héroe´ y al mismo tiempo, adherirme a las reglas y tradiciones del concierto para violín”.
Nada más certero que esto, porque Yang toca el violín clásico con el carisma de un rockstar.
En sus memorias sobre dicha composición, Bowers dice:
”Tuve una sensación de emoción y de estar abrumado al embarcarme en esta tarea.
Para alguien como yo, que nació y creció en Los Angeles, lograr que una obra suya se representara en el Walt Disney Concert Hall, parecía algo con lo que sólo podía soñar”.
De hecho, compositor y solista fueron compañeros en la prestigiada escuela de música Juilliard, en Nueva York.
Su primer encore fue la presentación de Yang en su multifacética actuación.
”Stand By Me”
Yang, ganador de un Grammy y del prestigiado premio Leonard Bernstein en 2018, hizo cantar y bailar a la pletórica audiencia que llenó el Teatro de la Ciudad hasta las banderas, en una noche inolvidable.
Al terminar su interpretación del programa, el público y los mismos compañeros suyos de la orquesta le pidieron un segundo encore y fue ahí donde se desató la euforia de todos los afortunados que atestiguamos el hecho:
Invitó a una de las violinistas del ensamble a tocar con él, “Stand By Me”, ese himno atemporal de apoyo incondicional y lealtad que transmite seguridad y consuelo en momentos difíciles.
Luego, todos los miembros de la YOA se volvieron solistas, acompañando esta pieza sin leer partitura alguna.
”Quédate a mi lado”, coreamos público y orquesta, fusionados en uno solo, al ritmo de esta pieza compuesta en 1961 por Ben E. King (1938-2015).
Nada más apropiado para el clima de guerras, conflictos y enfrentamientos que padecemos en el mundo.
En su faceta de rockstar, Yang tocó el violín como si fuera una guitarra, cantó y bailó en el escenario las metáforas poéticas de esta canción, que es igual a la Luna -mi madre- que ilumina nuestra oscuridad como un faro de esperanza.
No tuvo que insistirnos mucho. El coro de cientos resonó hasta la Macroplaza como un llamado a la solidaridad y a la presencia de nuestros seres queridos.
Les cantamos a quienes se han ido, a quienes se nos quieren ir y a quienes nos necesitan y los necesitamos.
”Stand By Me” es un himno universal que resuena con la humanidad en los momentos más difíciles de nuestra historia.
Si los líderes del mundo pusieran en acción su letra, no estuviéramos como estamos.
”Concierto Voltaje” para timbales y orquesta:
Abrió el programa esta composición de Gabriela Ortiz (1964), una de las compositoras mexicanas más conocidas.
Autora de música de cámara, orquestal, óperas y obras electroacústicas.
Como intérprete, un ícono de los timbales en México: La legendaria percusionista, Gabriela Jiménez.
A pesar de que un concierto para timbales podría parecer una rareza, en el siglo 18, el compositor Johann Fischer (1646-1716) escribió una sinfonía para ocho de estos instrumentos, que deben ser tocados por un solo músico.
Georg Drushetsky (1745-1819) y Johann Melchior Molter (1696-1765) también escribieron piezas para timbales y conjuntos orquestales.
El “Concierto voltaje, para timbales y orquesta” fue compuesto en 2013 por Gabriela Ortiz, quien obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Bellas Artes.
El concepto de voltaje no está empleado aquí como referencia a lo electroacústico, campo musical conocido por la compositora, sino como la energía con la cual la obra se desarrolla.
Se trata de la primera partitura para timbales y orquesta sinfónica escrita en México y una de las escasas que existen en el mundo dedicadas al instrumento de percusión, previa explicación dada sobre los otros autores que se han ocupado de dichos instrumentos y de los que citaré en seguida.
Gabriela Ortiz admira a Carlos Chávez, y de este autor escuché en el año 2015 la suite “Caballos de vapor”, a la cual le siguió la composición que presenciamos anoche.
Ahondando en el tema, en los siglos 19 y 20 se crearon pocos conciertos para timbales, entre ellos el de William Krafft (1923), maestro percusionista de la Filarmónica de Los Ángeles, y la “Fantasía para dos timbalistas y orquesta”, de Philip Glass (1937), que exige de los dos solistas tocar nueve timbales cada uno. Algo digno de verse.
Gabriela Jiménez ofreció como encore una deliciosa interpretación de la pandereta.
Difícil de creer que un instrumento tan pequeño como éste pueda sonar como sonó anoche en manos de la mexicana.
Cierre:
De Sergei Rachmaninoff, “Danzas Sinfónicas, Op. 45 del compositor y pianista, Sergei Rachmaninoff.
Se trata de una suite orquestal en tres movimientos, que fue completada en 1940 y es la última composición del genio ruso.
Resume su estilo tardío caracterizado por melodías curiosas, graciosas, veleidosas y cambiantes.
Está dotada de un enfoque colorido que permite el lucimiento de cada instrumento durante toda la obra.
En esta obra, Rachmaninoff les da juego a todos los músicos, lo cual hizo lucir a la YOA a su máximo esplendor.
El “Huapango” de Pablo Moncayo:
Se oye bonito el huapango
cuando el arpa le acompaña
cuando el arpa le acompaña
Se oye bonito el huapango
bajo la sombra de un mango
y al olor de flor de caña
hay que ponerse muy chango
para zapatear con maña.
Ay, que sí, verdad de Dios,
Sotavento encantador
ay, que sí, que sí, que no,
donde solo Dios pasea.
Ahora sí, mañana no,
es la cuna del amor.
Se terminaba el concierto y el telón que no caía.
Los músicos no se iban, y la audiencia enloquecía.
Pocas piezas tan emblemática, tocadas, escuchadas y tarareadas como ésta.
Dicen que el segundo himno de México es la “Canción Mixteca”, de José López Alavés.
Yo creo que el “Huapango” de Moncayo le disputa ese honor.
El melancólico patriotismo de la “Canción Mixteca” contrasta con la fervorosa euforia que el “Huapango” nos arranca cada vez que lo escuchamos.
Anoche, el encore final tuvo esta pieza como pre-cierre, con toda la orquesta de pie y el público también.
No se querían ir los unos ni los otros.
Por eso, de pronto, aparecieron dos congas en el centro del escenario y uno de los músicos, tocado con un sombrero colombiano, comenzó a ejecutar una cumbia de ese país, del cual muchos son oriundos en la YOA. La orquesta en pleno se unió al fandango.
Y aparecieron las banderas colombianas, luego las mexicanas, las panameñas y las de otros países representados en el escenario y entre el público.
¡Llegó la fiesta! gritó una persona que estaba en las primeras filas y se subió al escenario a bailar con los músicos.
En las butacas, todos de pie, bailando, aplaudiendo, cantando, riendo a cara abierta…
Y así salimos todos. Saludándose unos a otros, aún sin conocerse.
Todos cediendo el paso al otro, camaradería que solo se logra cuando nos hermana un propósito.
Pocas veces he visto a tantísima gente saliendo toda de un concierto, contenta, con la sonrisa en la boca.
CAJÓN DESASTRE:
– Qué delicioso es poder ocuparme de temas como éste, que tanto me apasionan.
– Le pido fervorosamente a mi Dios de Spinoza que se sigan dando.
– ¡Gracias, YOA! ¡Gracias, Orquesta de las Américas! Qué noche tan increíble me hicieron pasar.
– Cómo me habría gustado que estuvieras aquí, a mi lado… Lo estuvo Santiago, mi hijo menor, pero faltaste tú.
– Mañana, cambio completo de programa.