Lo he señalado muchas veces y ello me obliga a precisarlo aquí de forma inicial: la expresión “fraude electoral” no aparece en ninguna norma de la legislación mexicana vigente. Legalmente pues, forma parte de eso a lo cual los abogados dan en llamar “la nada jurídica”.
En el imaginario colectivo, sin embargo, la expresión tiene un significado claro: se utiliza para señalar la circunstancia en la cual los resultados de un proceso electoral, teóricamente democrático, en realidad no lo es porque fue irregularmente “intervenido” para generar un resultado sin verdadero origen en la voluntad popular.
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Nuestro país tiene una larga tradición en este sentido. El régimen priista, hoy en retirada, diseñó, implemento y perfecciono métodos de los cuales sus opositores de antaño se quejaron largamente pero hoy han sido adoptados por las élites partidistas de todos los colores.
Y no solo eso: los métodos de defraudación de la voluntad popular se aplican ahora sin rubor ni disimulo, a la vista de todos y con la seguridad surgida de saberse cobijados por el manto de la impunidad.
Un ejemplo monumental de ello son las “elecciones judiciales” (las comillas resultan obligadas) del domingo anterior, en las cuales las estructuras electorales de todos los partidos, auténticos ejemplos de delincuencia organizada, llevaron a cabo una operación de “maquila de resultados” cuya sofisticación la hace digna de mejores causas.
La primera y más contundente evidencia de ello es la coincidencia milimétrica entre los “acordeones” revelados semanas antes de la jornada electoral y los resultados a cuyo conocimiento hemos accedido a lo largo de toda la semana y aún no terminan de fluir.
Haga usted el ejercicio: vaya a su red social predilecta o teclee en su navegador la expresión “acordeón elección judicial” y obtendrá como resultado los vínculos a miles de fotos, videos, noticias y posteos de todo tipo en los cuales se consigna la imagen de los “apoyos” diseñados por las comandancias electorales partidistas para “orientar” el voto.
Ahora compare usted esos “acordeones” con los resultados obtenidos tras el conteo de los votos y… ¡milagro! la coincidencia es precisa, milimétrica, inequívoca.
Un ejercicio más: pídale a usted a su inteligencia artificial favorita las referencias políticas de quienes han resultado electos hasta ahora, comenzando con quienes integrarán la “nueva” Suprema Corte de Justicia de la Nación.
¡Voilà! se trata de personajes claramente identificados con el partido en el poder. Y lo mismo ocurre, desde luego, con quienes se alzaron con la victoria en la elección local: son perfiles absolutamente identificados con el grupo gobernante. Son los “palomeados por Palacio Rosa”.
Todos estos elementos sirven para señalar, en la acepción de la expresión en el ideario popular, la perpetración de un fraude monumental en la jornada electoral del domingo anterior. Eso sí: fue un fraude a la más alta escuela, uno capaz de hacer babear a las dictaduras de Cuba, Venezuela o Corea del Norte.
ARISTAS
Nadie podía -ni debía- esperar algo distinto a lo ocurrido el domingo anterior. Tampoco se trataba, como lo señalamos anteriormente en este espacio, de intentar impedirlo. El atraco antidemocrático se ejecutaría porque nuestra clase política ha alcanzado la cima de la indecencia en su actuar.
Pero hoy existen pruebas de lo señalado previamente. Antes de la elección era una hipótesis, pero hoy es una verdad incontestable y ese es nuestro principal argumento para iniciar la lucha por revertir el agravio cometido en contra del interés colectivo y la institucionalidad democrática.
No será fácil y no será rápido… pero así son las luchas democráticas y a ellas nunca hemos rehuido. Seguiremos en el tema, desde luego.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
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